MIÉRCOLES QUE PARECEN JUEVES
Juan José Millás
La puerta del teatro Talía de Valencia estaba llena de gente esperando entrar. En el recibidor había un cartel enorme con la siguiente información:
Parece fácil hablar sobre lo que sucede, la realidad, también parece fácil interpretar un papel de alguien real, que existe, sin embargo hablar e interpretar sobre lo que no sucede, lo irreal es lo que hace la actriz durante hora y media cautivando desde el principio, lo que no. La escena que cuenta del amigo que no es padre pero que se interesa por la cartilla de vacunación de sus no hijos, es sencillamente genial.
Ella lee a muerte, defiende que es la única manera de leer de verdad. Juega constantemente con las palabras, con la semántica y con los tiempos verbales, con los pronombres y las cosas imaginadas, aunque también juega con las cosas que han sucedido, con los hechos que todo el mundo conoce nombrándolos de manera nueva, original como cuando habla del emérito, del consumo, de la guerra, de la educación, la emigración, los malos tratos o la identidad. Aquí, con la identidad, ser o no ser, es cuando la obra cobra el sentido más álgido, es cuando el universo del autor se muestra en todo su esplendor con dualidades y diversidades, con sentidos múltiples y poliédricos de las cosas y las personas, con posibilidades insospechadas, todo es posible. A través de las palabras se construye la realidad y quienes asistimos al teatro imaginamos sin problemas cada referente que sale de la boca de la actriz en su magistral monólogo. Ayuda el humor, original y oportuno humor de Millás que hace más creíble lo que está pasando en el escenario y en nuestras mentes al imaginar lo que se nos cuenta, al ver un montón de personajes que no están presentes, que son las voces y los gestos de Clara Sanchis, que ocupa el escenario completo con un ritmo medido y vivo todo el rato haciendo que nos riamos a la vez y guardemos silencio riguroso al la vez.
¿Qué es más importante lo que te ocurre o lo que se te ocurre? el señor del público a quién interpeló la actriz dijo lo segundo y, como si hubiera acertado en la disyuntiva, la obra continuó con argumentos y ejemplos referidos a por qué es así, lo que se nos ocurre, desplegando situaciones imaginativas originales que tan pronto recurrían al drama como a la comedia, desde lo inverosímil te conducía a situaciones deseables como la de castigar el racismo en el metro.
Cuando acabó estuvimos hablando de ella un buen rato. Mucho tiempo después, volvíamos a la obra porque nos acordábamos de alguna frase o momento que nos había llamado la atención. Al día siguiente seguíamos comentando partes de la obra...resulta que nos suceden cosas que tienen que ver con lo que le sucedía a la actriz, con lo que decía, con lo que nos preguntaba. Una de mis amigas se quedó con la parte en que cuenta lo de la mosca en el frigorífico, otro con la crítica al consumismo y la falta de personalidad propia, yo con plantear la identidad como problema social y enfermedad mental, en fin, todavía, si coincidimos podemos recordar alguna frase o palabra que nos hace pensar en algo importante, ya sea que va mal o puede mejorarse. Es como si el teatro nos convocara para dialogar y tratar asuntos de nuestras vidas, los que tienen relevancia para vivir bien. El componente ético del arte aparece de manera reiterada al rememorar escenas y compartir risas o silencios como consecuencia de haber asistido al esta obra de teatro.
No deja de ser curioso que el autor plantee la conferencia ante la AMPA de un instituto de educación secundaria. Como soy profesora de uno, precisamente me parece más curioso que Millás haya pensado como pretexto una charla a este colectivo. ¿Podemos imaginar un salón de actos lleno de madres y padres para escuchar hablar sobre realidad y ficción? ellos que tanto se preocupan por las notas de sus hijas e hijos y por eso les regalan móviles de última generación y se les olvida decirles que lean a Dostoievski.
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