jueves, 21 de septiembre de 2023

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Lukas Dhont, 2022


Gracias David.

Por mi profesión estoy en contacto permanente con adolescentes, también pre y post, soy docente de enseñanza secundaria y bachillerato desde hace muchos años, así que esta película no me resulta indiferente. Si además me la recomienda un alumno le presto más atención y queda agradecida a David, 17 años, por su sensibilidad e inteligencia al servicio de su aprendizaje.

Los 13 años son esos en los que se va abandonando la infancia y acercando a la adolescencia, es una edad de viaje, que sale de un destino seguro y se adentra a otro desconocido. A los adultos se nos olvida rápidamente porque tenemos tantas cosas de adultos que atender que parece que nunca hubiéramos tenido esa edad. Muchas familias nos hablan de sus hijas e hijos como si no los conocieran, como personas cambiantes a lasque no entienden, con las que se enfrentan o dejan por imposible. Nada más lejos en las familias de la película. Los protagonistas viven en familias que les respetan y educan en el respeto y la amistad, en las relaciones sanas y naturales de todos los miembros de la casa, incluidos los amigos de estos miembros.

Cuando acaba el verano y hay que volver a clase, ese momento frontera, hay que adaptarse a horarios y normas convencionales que no se han practicado durante las vacaciones y, en ocasiones, se diferencian mucho de las que se practican en casa.

Junto a las asignaturas, el alumnado aprende relaciones entre iguales y es ahí donde los códigos morales pueden chocar. Los prejuicios y estereotipos se reafirman, se anclan fuertemente para resistir todo tipo de envites. Se aprecia cómo, sin ningún mal propósito, por parte de la clase hay presiones de grupo hacia quien no se comporta como está normalizado. Es cuando las personalidades se ponen a prueba, una de esas pruebas brutales, de fuego, que pasan a diario en la adolescencia miles de personas a nuestro alrededor. Mientras aprenden el teorema de Pitágoras nadan contracorriente para llegar a ser lo que se espera de ellos, de ellas. Así, sin red, mientras tanto, diariamente.

En la película, técnicamente impecable (la luz, la música, el elenco...), los protagonistas capean el temporal como pueden y pueden de distinta manera. El drama aparece hacia la mitad y se apodera de todo lo que sucede después.

Como siempre que el cine hace de cine social, en este caso, se nos plantean varios interrogantes que no tienen respuestas únicas ni fáciles, todas relacionadas con nuestro modo de entender las relaciones humanas, ahí es nada, la educación de nuestros hijos o la educación formal de nuestra cultura. Asunto calves en la vida, para la vida, que todo el mundo pretende vivir bien, a cualquier edad, lo que pasa por sentirse cómoda, sin estar sometido a juicios constantes sobre nuestro aspecto y modo de ser. Tal vez a los 13 años esto no sea algo de lo que hablar ni reflexionar, pero sí es vital.

Hermosa película en la que los primeros planos y los silencios indican la importancia, merecida, de la trama personal y social, con la que nos identificamos sin problemas. Después de verla no hay ninguna duda del respeto que merecen esas personas que no son ni niños ni hombres, ni niñas ni mujeres, que hemos sido todos los adultos, incluso no hace tanto. Una llamada a la empatía y a la convivencia tranquila.

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