martes, 23 de septiembre de 2025

LA CIUDAD DE LOS ANDAMIOS...EN IBERIA

 CAPÍTULO 65

La península de las casas vacías, D. Uclés, Siruela, 2024


Puente de San Pablo

Panorámica o skyline desde la Hoz del Júcar


David Uclés inventa el carácter de las gentes de Cuenca escribiendo que son capaces de levantar la ciudad entera, con andamios, cual ingente trabajo de albañilería sobre arquitectura popular para obedecer, literalmente, a Franco. Es tan exagerada la idea que resulta fácil establecer analogías con la realidad, de hecho, es así como funciona precisamente una de las leyes de la asociación de ideas que nuestro cerebro viene practicando desde que somos más o menos sapiens.

La orografía caliza permite a los agentes atmosféricos una erosión muy particular. A mi me resulta mágica y alucinante por caprichosa, por mucho que desde la geología pueda explicarse de manera sencilla y científica, racional y hasta previsiblemente.

La sensación de habitar un espacio en lo alto, de caminar por encima de la tierra firme, de mirar sin ver los apoyos que te sostienen, es lo que David narra deliciosamente en este capítulo de su novela, titulado La ciudad de los andamios. Imposible un título mejor.

Cuando, automáticamente, espontáneamente, imaginas (trasladas a imágenes) lo que estás leyendo en papel, no hay ninguna duda. Quienes han habitado Cuenca, y aún lo hacemos, aceptamos obedientes, literalmente, las órdenes del poder, incluso cuando supone importantes sacrificios como la desnaturalización o lo absurdo y perjudicial de la vida en la ciudad.

En este capítulo se narra cómo la gente lee un panfleto franquista, caído del cielo porque la aviación de los sublevados durante la Guerra Civil el llamado bando nacional, realiza su tarea de manipulación psicológica necesaria en todos los golpes de estado para triunfar. Los papeles que una chica conquense le lee al protagonista de la novela, Odisto, dice ¡arriba Franco, arriba el campo!. Con este mensaje no queda más remedio que levantar la ciudad al cielo.

Andamios de farallones, puentes sobre hoces, casas colgadas...y vidrieras catedralicias abstractas.

Las metáforas, consecuencias de ese poder de la imaginación, aciertan de lleno muchas veces al pensar y decir sobre nuestro carácter. No se puede hace con más humor y más crítica a la vez el arte literario. Cuenta, al más puro estilo trágico clásico, cual Edipo entrando en Tebas, el tópico sobre si las casas de las paredes de las hoces son colgadas o colgantes, como si fuera un acertijo ante la esfinge. Genial. 

Me gustaría saber cuántas veces ha visitado Cuenca David Uclés o si la ocurrencia de este capítulo es fruto exclusivo de su poder inventivo. Es que me parece muy certero si realizamos una analogía con la actualidad en la que suceden cosas como eliminar trenes necesarios, ecológicos y accesibles a todas las economías  porque hay un Plan político, socialista, que dice que se vive mejor sin tren regional, eliminando la estación y especulando con los terrenos. Como en la novela, se realizan los trabajos más absurdos, contrarios a toda razón política, a cualquier valor ético común actual y contra la sensatez más evidente.

Entristece comprobar que la realidad supera a la ficción, desgraciadamente para mal.

Invito a leer y releer el capítulo, a disfrutarlo y saborearlo dentro de un libro que bien pudiera ser un homenaje al pueblo español sometido a las peores injusticias políticas y culturales durante el franquismo. 

Otro caso más de cómo la cultura, en este caso la literatura, contribuye a tener una mirada amistosa y proclive al entendimiento entre quienes piensan de manera diferente y han de construir la vida en común. Qué suerte poder disponer de voces tan originales y enriquecedoras, sin censuras, al alcance de cualquiera. 


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