EL MINISTRO DE PROPAGANDA
Joachim Lang, 2024
Al salir del cine mucha gente comentaba los paralelismos con el presente, concretamente entre Hitler y Trump, siendo el propagandista actual el que maneja las redes sociales y es dueño de ellas, Goebbels sería Musk. Puede ser un comentario ingenuo, previsible, espontáneo, incluso torpe. Sin embargo, la manipulación emocional de las masas es una estrategia política que empezó a usar a gran escala precisamente el nazismo alemán, al que siguieron todos los totalitarismos posteriores que han plagado el siglo XX por todo el mundo y en el presente siglo XXI tiene como inmejorable ayuda a la tecnología (móvil), al fin y al cabo vivimos en el tecnocapitalismo.
Una de las críticas a la primera mitad del pasado siglo, procedente de la filosofía alemana, es la de la Escuela de Fráncfort. Horkheimer y Adorno defendía practicar la razón crítica frente a la razón instrumental, tomar conciencia de la fuerza de la cultura de masas, conocer su poder y sus consecuencias que tan bien representa Auschwitz, para empezar a hacer lo contrario, a saber cambiar las condiciones materiales de las sociedades, la economía y el consumo capitalista, favorecedores de los imperios y sus líderes inhumanos, cambiar las relaciones de producción, poner el conocimiento, la ciencia, la tecnología al servicio de la ética, que el ser humano no sea una cosa en manos de nadie, que se pueda vivir en libertad, en una democrática justa.
La película alemana nos ofrece saber lo que cuesta manipular a los pueblos, lo que se tiene que invertir, primero para se desee vivir en paz y después para que se quiera empezar la guerra, para que generen sentimientos de superioridad, de éxito al asesinar, de victoria al traicionar. Un ministerio clave para el control social, sin el cual los dirigentes políticos no podrían hacer lo que hacen.
Elegir las palabras, los tonos, las imágenes televisivas y las frases radiofónicas adecuadas y convenientes exigía todo la dedicación y atención posible, mucho dinero, todos los permisos, toda la disponibilidad de la industria incluso del mundo artístico. Pero merecía la pena, cualquier cosa por el control del pueblo con el que realizar los sueños más inhumanos y ser adorado décadas después.
El protagonista es engreído, egocéntrico, machista, atrevido y fervoroso devoto de su dios. Un hombre peligroso con poder absoluto, siervo fiel hasta el final incluso en los peores momentos personales y nacionales. El aparato de Estado es la propaganda, el aparato que lanza discursos, imágenes, disfrazando la realidad, mintiendo en todo y a todos.
Conocemos la historia, no tiene mucho sentido repetir lo que nos sienta mal. Esta película nos facilita qué hacer con el conocimiento una vez eliminados todos los sesgos que se pueden eliminar.
Los malos son repugnantes incluso cuando no hacen nada malo. El elenco encaja bien con las imágenes de archivo que se intercalan. Técnicamente da gusto verla, culturalmente hay que verla.
Cada vez que veo el telediario me acuerdo de algunas escenas de esta película, pero los judíos ocupan un papel totalmente distinto...
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