MENOS NO SIEMPRE ES MÁS
Cuenca, esa ciudad entre Madrid y Valencia, ese espacio enorme de la España interior con gran parte de la llamada Vaciada, cada vez es menos, en sentido amplio, lo más amplio posible. Se disfraza de más pero resulta ser menos. Menos población joven, menos implicación y contestación social.
Le han quitado el tren, a pesar de ser un municipio europeo y vivir los efectos del cambio climático como en todo en cualquier lugar, a pesar de que los pueblos no tienen servicios hospitalarios, universitarios, comerciales y administrativos propios y han de ir a la capital a gestionarlos y usarlos.
Para colmo, el personal del Teatro Auditorio enferma y no es sustituido suponiendo desinformación, falta de servicio en taquilla y una sensación de abandono de la cultura tremenda. Menos personal es siempre menos personal, en este caso el minimalismo es literal y es peor, insuficiente, negligente, malo.
Los barrios hace años que tienen menos servicios de limpieza, mantenimiento, jardinería, iluminación y seguridad. Menos es suciedad, deterioro, inseguridad y abandono.
El río Júcar sigue siendo pasto de los plásticos en sus orillas y hasta dentro del cauce con los efectos de las crecidas sin intervención alguna.
Lástima de ciudad encantada, su hechizo es un perjuicio total sobre la ciudadanía que no acaba de saber cuál es el camino de deshechizarse y salir de este encantamiento que minimiza todo lo que supone vivir con dignidad en el siglo XXI en Europa.
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