lunes, 25 de marzo de 2024

MUSEO DEL AGUA

 CANAL DE CASTILLA PALENTINO


En la dársena que almacenaba cereal se ha habilitado un espacio expositivo sobre el Canal de Castilla, más de doscientos años de historia y miles de vicisitudes económicas, culturales, geográficas y demográficas que recorren los 207 kilómetros de aguas fluviales de los ríos Carrión y el Pisuerga.

Se han oscurecido las ventanas con el fin de controlar la luz interior para la proyección audiovisual en las paredes y paneles colgantes. Se proyectan todo tipo de imágenes, reales y fantásticas, muy originales, a través de las cuales se da a conocer la vida natural y cultural desde el siglo XVIII hasta hoy en una zona castellana de gran valor ecológico. También hay fotografías de la época, colgadas y proyectadas. 

Querer llevar mercancía por donde nunca se había hecho, este parece ser el motivo principal de una empresa casi imposible. La ingeniería no disponía de tecnologías industriales, pero el empeño de progresar consiguió que el agua sirviera de canal de comunicación y transporte de todo lo relacionado con el comercio y lo que este trae: poblaciones, trabajos, diversidad, novedades en definitiva que suponen vivir ideas y proyectos realizados. Resulta toda una experiencia histórica sobre los avances y mejoras que las sociedades humanas van ensayando a lo largo de la historia, con sus inconvenientes y sus aciertos, resultando un éxito, a veces, corto respecto a lo que cuesta conseguirlo.

Hoy, este tramo del Canal de Castilla, parece una hermosa cicatriz acuosa en la piel de las tierras fértiles palentinas, cosida con esclusas y rodeada de caminos por los que transitan peregrinos a Santiago, ciclistas, senderistas, familias y cualquiera que quiera recorrer la anchura castellana escuchando el rumor del agua que le acompaña.

La guía que recibe y explica la historia del Canal, hace una introducción muy cercana, con los datos justos, cifras y nombres propios, creando expectativas sobre las muestras audiovisuales, inmersivas, que sin sus palabras perderían sentido y serían insuficientes para conocer y apreciar, no solo intelectualmente, el contenido original del museo.

Es muy recomendable entrar y quedarse hasta el final.    

Esclusas de Frómista

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