domingo, 7 de febrero de 2021

LA JAURÍA

 LA JAURÍA (serie TV)

Sergio Castro San Martín, 2020


Santiago de Chile, más de cinco millones de habitantes, colegios religiosos, juegos de internet por el móvil, tatuajes, adolescencia, riqueza, policía, amistad, maternidad, justicia, psicología (psicopatología), violencia, machismo, familias, trabajos, movimientos sociales reivindicativos, atracción sexual, en definitiva una sociedad entera pone en evidencia los valores  colectivos más arraigados como soporte de su estado de bienestar.

Mi mirada desde la España actual es de sorpresa. Me sorprende las similitudes entre sociedades tan alejadas geográficamente, me sigue resultando difícil de asimilar la globalización cultural en materia de comportamientos éticos tan crueles. Me sorprende el nivel de violencia de agresores y víctimas. Me sorprende es la fragilidad de los personajes que los hace reales, muy reales y cercanos. Tal vez lo que más me sorprende es la línea estrecha que separa un lado y otro de la justicia, entre el bien y el mal, cómo algunos personajes van y vienen, ahora son buenos, ahora son malos, ahora se pasan, ahora no llegan.

Estamos asistiendo a violaciones grupales que nos muestran los medios de comunicación, mujeres jóvenes violadas por grupos de hombres jóvenes, en ocasiones intervienen menores, ya sean la víctima o los violadores, y el hecho de salir a la luz no evita su reproducción.

Los juegos de rol por internet en el móvil han multiplicado las posibilidades de socializarse en la violencia, en la sumisión para formar parte de un grupo. Eso es clave, la necesidad de formar arte de un grupo, la aceptación social. Es importante porque asegura que hay fieles y porque mantiene estructuras de poder, de control.

Parece una serie de miedo, de terror, de pánico, sin embargo es una serie que ejemplifica lo que está pasando a dos metros de ti, en tu propia casa, trabajo, familia, barrio o colegio.

Nada nuevo, por desgracia. La perversión del poder caiga quien caiga, especialmente mujeres jóvenes. Pero es una llamada de atención urgente que nos saca los colores como sociedad progresista y avanzada. Algo estamos haciendo muy mal, nuestras hijas e hijos lo están pagando, en presente ya que la serie se basa en casos reales de la policía chilena (que podría se de cualquier otro país).

El tratamiento cinematográfico también sorprende a unos ojos europeos escandalizados ante la violencia sin paliativos de ciertas imágenes, la crueldad desnuda de los escenarios. Los personajes, más o menos estereotipados, rompen con los convencionalismos estandarizados. Resulta a veces distópica aunque nunca ficticia. 

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