lunes, 8 de febrero de 2021

CINE POLÍTICO

     THE REPORT

Scott Z. Burns, 2019


Una senadora, del partido demócrata, encarga un informe sobre la CIA tras los atentados del 11S. 

El protagonista investiga leyendo miles de páginas, contrastando fechas, nombres, lugares, escenarios distintos, en los que los agentes de la famosa agencia de investigación norteamericana han trabajado consiguiendo información a través de interrogatorios extremos o técnicas mejoradas de detención de sospechosos.

Como ya se ha visto imágenes brutales de cómo los soldados norteamericanos humillaban y vejaban a la población iraquí durante y después de la guerra, no resulta difícil de imaginar cómo de mejoradas eran las técnicas que usaban en la CIA tras el 11S.

Las trabas que se ponen para sacar ala luz los datos vergonzosos e inhumanos son muchas, intensas e inmorales, a la altura de la conducta que se quiere ocultar. El abuso de poder, los intereses personales y partidistas, el honor y el etnocentrismo imperialista domina prácticamente todas las capas de poder político, militar y jurídico.

El planteamiento de sopesar las consecuencias es la clave de la película. Si sale a la luz cómo se ha torturado a los presos sabiendo que los métodos de tortura son ineficaces, es decir, si se desvela la estrategia del odio, del abuso y la violencia sin objetivo alguno, se mostraría al mundo la crueldad de la CIA, los millones que se invierten en ser crueles y en mantener instituciones públicas crueles. Pero también se demostrará los valores democráticos intachables de la política al dedicar años a la investigación rigurosa, mostrar al mundo sus vergüenzas y comprometerse a actuar éticamente, sin violar derechos, justamente, persiguiendo y castigando a todo aquel que lo haga. Lección moral.

La voz cantante es femenina. Su seriedad supone distancia emocional para poder asumir el horror de su país, denunciarlo alto y claro, para seguir en su puesto y aportar su trabajo para el bienestar de la sociedad, demostrando que la política tiene sentido, un buen y necesario sentido.

Todos los protagonistas son grises con el fin de no resultar prejuiciosos o estereotipados y así no desviar la atención sobre el asunto principal, a saber, el informe descomunal y descarnado, en el que se concluye sin lugar a dudas las numerosas violaciones de los derechos humanos, a sabiendas de su inutilidad y con plena consciencia de su ensañamiento.

Cuando ciertos informes, papeles, investigaciones políticas salen a la luz han pasado muchos filtros, han sido seleccionados, cribados, recortados, censurados, para que llegue a la voz pública lo que se quiere que llegue desde la propia idiosincrasia política. Jamás se tendrá completamente el contenido de dichos informes, papeles o investigaciones. Así que el hecho de que se haga una película sobre este tema, capital en las democracias actuales, es un signo de esperanza, pequeña, pero suficiente para sospechar de la información que se vuelca al común de los mortales.  

¿Es madura, democráticamente hablando, una sociedad sin información veraz de los asunto políticos de su país, sin transparencia sobre el estado de los derechos humanos por parte de los responsables públicos, sin conocimiento de las inversiones del dinero de los impuestos, sin juicios ni investigaciones a posibles corruptos, ocupen los puestos que ocupen?

Una vez más, como casi siempre en política, el fin no justifica los medios.




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