ADICTOS
Magüi Mira
Ayer en el Auditorio de Cuenca, tres mujeres nos llevaron a un futuro indeseable partiendo de un presente tecnológico, dictatorial y controlado por los medios que se muestra como si fuera democrático, justo y progresista. El escenario parecía un lugar futurista, todo blanco, luminoso, austero al máximo, insinuando lejanía, imposibilidad, irrealidad, distopía. Sin embargo, en cuanto los personajes intervienen la carga de realidad, de actualidad y de humanidad comienza a contrastar con la pureza artificial del exceso en blanco eléctrico. Puesta en escena minimalista para representar hechos claves en el mundo actual, definitivos sobre el presente y el futuro inmediato de la vida humana en el planeta.
Tres mujeres son la neurociencia, la inteligencia artificial y los medios de comunicación. Pero el poder, las armas y el control las han manipulado hasta no distinguir la verdad de la mentira, "el sistema nos necesita pero nos miente" dice Lola Herrera cuando, segura del engaño, consigue el valor de hacer algo con la verdad.
El texto maneja terminología científica, tecnológica y mediática a nivel usuario y un poco más, de manera que se entienden las terapias cognitivas, las herramientas digitales y el periodismo de investigación. De hecho, las palabras son tan blancas como las paredes, las sillas y las ropas, aportando ese toque de más allá, de otro mundo, de algo que conoces pero que todavía no tienes controlado, las palabras son el medio, el canal, los intersticios por los que se cuela la acción, la actuación. "Censo digital" expresión que puede sugerir muchas cosas, perfecto eufemismo del estilo "solución final", recorre el cuerpo de las actrices como un fármaco nuevo con efectos secundarios desconocidos.
Lola Herrera, mujer exitosa en su investigación tecnológica, amnésica paciente de un psiquiátrico, representa la memoria necesaria para actuar con lucidez en la vida, enseña que el fin no justifica los medios, que las tecnologías han de servir para vivir mejor todo el mundo, que merece la pena recordar, hacerse preguntas y tomar decisiones en contra de la comodidad, los privilegios y el bienestar occidental. Sigue siendo una actriz brillante, su voz clara, contundente, acompaña a un cuerpo que trabaja sobre el escenario como pez en el agua. Genial.
Ana Labordeta encarna perfectamente a la mujer moderna, autónoma, que puede con todo y con todos, y que antepone la honestidad laboral a su vida privada, incluso a su hijo. Parece exigente, crítica, sensible e inconformista, buscadora de la verdad en todas las circunstancias, incluso en la política, asumiendo riesgos hasta el final.
Lola Baldrich es la neurocientífica de última generación, la que sabe más de lo que aparenta, la que se mueve por haber tenido una experiencia vital basada en principios familiares justos, éticos, firmes. Aparece distante, enigmática y resuelve dirigiendo todo al final.
Un planteamiento necesario sobre el poder de las tecnologías en manos de gobiernos controladores. Preguntas, hipótesis, pistas...teatro que hace cultura poco frecuente, de la que deberíamos tener más y más veces. Además es toda una reivindicación feminista, las revoluciones también las han protagonizado las mujeres aunque no aparezcan en las películas ni en los libros de texto, ni en los telediarios ni en los museos.
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