VALENCIA
Resulta una broma macabra, una venganza, una chulería más madrileña que las de Madrid, un golpe de nepotismo, una amenaza autoritaria, la estupidez, maldad, soberbia y desprecio del gobierno de la Generalitat valenciana al nombrar a un torero máximo responsable de Cultura.
Sin embargo era de esperar.
Me temo que puede ser que no suene muy actual ni democrático cómo está gestionando el PP los resultados del 28M, pero retroceder al franquismo en materias culturales respecto al pueblo, a las masas trabajadoras, está en su ADN y en cuanto ha tenido la oportunidad ha tomado medidas para llevarnos a los años dictatoriales del siglo XX.
Volveremos a exhibir los toros y las sevillanas como marca España. Los señoritos irán de caza entre jueces y diputados mientras los españoles de a pie les recogen las piezas cual Paco el Bajo en Los santos inocentes. Los crucifijos colgarán de la paredes de los colegios, en la televisión darán misa y fútbol cuando no esté televisando corridas de cada rincón del país. Los derechos sociales, laborales o democráticos irán cayendo poco a poco con vítores a la libertad y a España, porque banderas habrá por todos sitios cubriendo las mentes de quienes osen pensar por su cuenta.
Castilla-León marca el paso que sigue Valencia y la piel de toro, orgullosa como un legionario, grita ¡viva la muerte, abajo la inteligencia!, ecos salmantinos que resuenan en el Turia.
Los paisajes urbanos decorados con bancos arcoiris o corazones contenedores de tapones, símbolos del respeto sexual y preocupación por el cambio climático, desaparecerán de las calles, las plazas, los parques y las playas valencianas. Ya no habrá lugares comprometidos contra la violencia de género, seguros para mujeres maltratadas.
No parece mentira que en pleno siglo XXI España vuelva a ser fascista y si lo parece mala suerte porque la verdad es que somos fascistas, a poco se de la oportunidad de mostrarlo sacamos el franquismo que llevamos dentro y nos presentamos ante Europa y el mundo como la reserva espiritual de Occidente en un plis. Aunque la democracia sea lo deseable, en cualquiera de sus grados, por estos lares nos sigue naciendo el lado derechón constantemente.
Yo seguiré votando izquierda, aunque cada vez sean menos los municipios y grandes ciudades en los que se me respete porque, así como en democracia puede suceder que el pueblo vote fascismo, en el fascismo el pueblo no puede votar democracia. Aquí lo sabemos bien.
Lo pero de todo es que una tiene la sensación de que no passa res.
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