miércoles, 14 de febrero de 2024

LA DISPUTA

 LA DISPUTA

Jean Francois Prevand


Desde 2018 en los teatros españoles, llevan disputando Rousseau y Voltaire a propósito de la influencia de la sociedad en el bien y el mal humanos, cómo corrompe con sus leyes y sus políticas a la bondad humana o cómo la cultura, el arte y el conocimiento, salvan de la mediocridad y la inmoralidad a la misma humanidad.

Con sentido del humor, jugando con las palabras y los gestos, dos actores ocupan todo el escenario conversando, prácticamente solo conversando, con una taza de te o un candelabro, algún librito y una pluma, poco más, así que la palabra llenándolo todo. Con tono jocoso, airado, inquisitivo, acusativo, moralizante, histórico e histérico. La palabra desplegando todo su poder de seducción, de persuasión, de justicia final, como si la acción le fuera siempre a la zaga, fiel, sumisa, demostrando la verdad que quiere imponer, pero claro, en la Ilustración todo era posible, los conflictos teóricos se enriquecían a través de sus contradicciones para superarse y volver a enfrentarse al modo dialéctica hegeliana, ya que se trataba de poner luz, claridad y con ella iluminar las decisiones sociales que vendrían a continuación.

Resulta muy curioso escuchar sobre la tablas discusiones filosóficas que creemos trasnochadas solo porque tuvieron lugar hace 200 años, sin embargo nada más lejos, nos resultan curiosas porque todavía no las hemos resuelto, es más parece que nos hemos ocupado de enmarañarlas más, de enredarlas con asuntos feos e intereses antisociales, antihumanos, antivida.

El proyecto ilustrado de promover un progreso humano hacia la paz perpetua no pasó ni el primer filtro. Estaría bueno ver, al menos en un teatro, discusiones sobre la importancia que tiene la moral y la inmoralidad en la construcción de un proyecto humano. Deberíamos trabajar mucho más la ética, individual y social, antes de tomar medidas políticas con trascendencia temporal. Prácticamente todas las leyes suponen cambios en el espacio y el tiempo por lo que deberían discutirse mucho más, mucho mejor, tendrían que acordarse tras serios y elevados debates en los que se implicaran las personas afectadas y se buscara un consenso justo a largo plazo.

Voltaire y Rousseau representan dos modelos opuestos, con sus lógicas y razonamientos, que nos sacan los colores hoy, así que tras ver esta obra teatral no nos queda más remedio que discutir sobre la influencia de la cultura en el bien o mal estar de la humanidad, incluyendo en nuestra cultura actual toda la tecnología que ni en sueños pudieron imaginar los filósofos.

De nuevo el teatro, poderoso, inconveniente y provocador, nos interpela como ciudadanos y como individuos. Somos responsables de nuestras vidas, al menos un poco ¿no?

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