miércoles, 16 de abril de 2025

AÚN ESTOY AQUÍ

 AÚN ESTOY AQUÍ

Walter Salles, 2024


Peliculón.

La historia real está perfectamente ensartada entre las vidas personales y la de Brasil como país dictatorial. Cada una de las cuestiones humanas se ve influida por el contexto político, desde estudiar o trabajar hasta festejar un cumpleaños. Nada escapa al control político de los militares brasileños (1964-1985) especialmente la solidaridad de los demócratas.

Tras conocer a los miembros de la familia protagonista, a sus amistades y su estilo de vida, descubrimos que el padre tiene una actividad clandestina. Pocos minutos después es secuestrado, torturado y asesinado. Su familia no escapa a la represión, ni siquiera a la detenciones. A partir de este momento, la esposa, madre, se hace cargo de las vidas de toda la familia. Primero vende la casa, en la que ya nos habíamos acostumbrado a verles habitar, y se trasladan a otra ciudad, después se pone a estudiar.

Los años pasan y la búsqueda de la verdad continua. Como abogada ya investiga todo lo posible, mientras dedica su trabajo profesional a las causas de los indígenas, con éxito internacional. Cada una de sus hijas y el hijo construyen sus vidas y siempre celebran cumpleaños. Es el momento en el que se reúnen el que el director elige para ponernos al tanto del caso del padre, y con él, del país entero.

La escena más potente es cuando recibe el acta de defunción de su marido, en la que se le informa por escrito que ha fue asesinado y hecho desaparecer después. Ante sus hijos sonríe victoriosa. Ante la prensa afirma que hay que tener memoria y hacer justicia aunque hayan pasado muchos años porque si no puede ser que vuelva la dictadura y sus criminales sepan que no se sabrá lo que hagan, que no se les juzgará, y se sentirán impunes, y eso si que sería un gravísimos error.

La película merece mucho la pena. Está muy bien narrada, interpretada y es tan didáctica sin pretenderlo que consigue emocionar y dejar argumentar a la vez, con fuerza y hechos.

Hoy, ante la oleada neofascista que asola buena parte de Occidente, la lección de esta película es imprescindible. No olvidar, perseguir la justicia, memoria y condena a los asesinos cuando tengamos democracia. No es un acto inútil sino necesario. Una democracia que no declara culpables a los fascistas asesinos, torturadores y violadores de derechos, no es una auténtica democracia y no está protegida ante
posibles fascismos posteriores.

Tremendamente oportuna, nos increpa como demócratas del siglo XXI a custodiar lo más preciado de vivir en sociedad, los valores democráticos. No está reñido el respeto a las ideas diferentes con la justicia al criminal.

Muy recomendable. Llama la atención la cantidad de reconocimientos y premios que ha obtenido mientras en las calles, en algunos partidos políticos, jueces, religiones, redes sociales y medios de comunicación se defienden totalitarismos hoy. 


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