CABO DE GATA
Cuando llueve en el desierto se tiene una sensación extraña, como de naturaleza desconocida. La gente de los pueblos nos dice que allí nunca llueve, pero llueve, yo me he mojado en las calles de San José, en la playa Genoveses, en el Faro de Cabo de Gata, en las cuestas de Níjar y en las dunas de Mónsul.
Los jardines se ponen exultantes de colores para que te pares, aunque te mojes, y fotografíes sus flores.
¿Y ahora las pitas tardarán en secarse? no lo creo, el viento sopla fuerte y las doma rebajando su altivez al suelo en donde se pudren formando alfombras que recorren los escarabajos voladores.
Dunas coronadas de florecillas amarillas, que han brotado con esta borrasca inusual, decorando el paisaje para romper la monotonía.
Estas sirenas guardan bien la subida al faro del Cabo. A pesar del cielo gris se ve el agua clara que cubre las rocas cercanas a la costa agreste, pero preciosa.
Practicar senderismo en el desierto es muy atractivo. Entre Genoveses y Mónsul la orografía sube y baja creando acantilados y calas por el lado del mar y praderas entre cerros volcánicos que se han vestido de verde tras las recientes lluvias.
Sienta muy bien el agua llovida, hace más mágicos, si cabe, los preciosos rincones del sur.
Días de mucha belleza, desierto, playas y paisajes que enamoran.
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