IDENTIDADES
J.M.Albareda
11/7-29/9, Fundación Antonio Pérez, Cuenca
La sustancia de la sombra, 2016, Óleo sobre lienzo, 160 x 160 cm.
Ayer Chema explicaba que los retratos que pinta son territorios, que importa el material con los que los construye por eso procura darle presencia y que con el óleo se consiguen transparencias como la de la piel humana en las manos mostrando las venas. Esta explicación la hizo para presentar la exposición de 44 retratos, distribuidos en varias salas de la FAP empezando por la que fue iglesia del convento de las carmelitas, continuando por las abovedadas de la planta baja que acaban en uno de los magníficos patios con vistas a la Hoz del Huécar.
Albareda planifica también la ubicación de cada cuadro, quiere dar significado más allá del lienzo, con la posición de cada uno de ellos, creando conjuntos semánticos que ayudan a valorar mejor su obra, contribuye así a una más satisfactoria experiencia artística.
Como el museo lo permite, puedes acercarte y alejarte lo suficiente para ver los matices y las perspectivas de los retratos y los fondos, cuidados hasta la última gota de pintura. De hecho, en muchos casos, los rostros parecen emerger de un lugar propio creado para esa expresión. Son fondos abstractos, reveladores de emociones y sugerencias, preñados de materia que proporcionará el efecto final del retrato, ya sea de una niña, de un adulto o del propio autor. Creo que son tan buenos precisamente por lo completos que son, como algo compacto que precisamente por su cohesión tiene significado. Cada fondo es a los rostros imprescindible, hasta el punto de no ser la misma persona retratada si este fuera otro menos abstracto. Yo veo a Chema en la maestría de pintar las miradas, las bocas, las pieles, las formas de las cabezas, las caras precisas con las arrugas y pliegues, con manchas y tonalidades en función de la edad o de la luz, pero también lo veo, lo reconozco, en los fondos que rodean los cabellos, que difuminan los límites de las cabezas, que se confunden con las personas y son parte del retrato. Este modo de trabajar es una maravilla, pone mucho más que una cara y lo transmite muy bien.
Es todo un lujo pasear por la FAP apreciando la obra de Albareda, despacio, dejándose estimular por las composiciones, en plural, de cada retrato. Cuando se acaban de ver todos entendamos mejor lo que ayer decía sobre los territorios, el material y la transparencia. Podemos imaginarlo con los pinceles ante el lienzo organizando espacios, distancias, densidades, luces, intensidad, profundidad, destacando esto, hundiendo aquello, dejando sin acabar la caída de un mechón, el volumen de un labio, el mensaje de una mirada o la textura de la piel, por no hablar del color de los fondos, siempre propicios a retoques que mejoren el efecto final, nunca definitivo.
Queda todo el verano para poder disfrutar de esta extraordinaria exposición. Yo lo haré varias veces.
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