A VECES APARECEN ESTAS VISTAS
En un lugar de La Mancha...
Molinos de viento, Mota del Cuervo.
A Jose.
Loa amaneceres y atardeceres manchegos proporcionan espectáculos como el de la foto. Aparecen así, sin avisar, trayendo calma y sosiego. Si acompaña el aire fresco resulta un enorme placer que se instala en el ánimo y te lo llevas puesto donde quiera que vayas después.
Son muy duros estos últimos veranos, ralentizan el paso de las horas, el aire se torna irrespirable y la pesadez y desgana recorren todo tu cuerpo, por dentro y por fuera. El exceso de luz cegadora hace que busques constantemente la oscuridad, tras la cortina, bajando las persianas, averiguando dónde está la sombra y, por supuesto, esperando la noche alejándote de las farolas.
Sin embargo, en ese momento en que no es día ni noche, ese cruce de caminos en el que uno se deja y se coge otro, es cuando no puedes volver a ningún lugar del día para remediar nada porque es demasiado tarde y todavía no puedes llegar a ninguno de la noche porque aún no ha llegado. Ese estado intermedio puede durar más de un instante en el paraje de Los Molinos de Mota del Cuervo, al sur de Cuenca.
Cuando baja del todo el sol queda luz para apreciar, con permiso de las nubes, cómo emergen las estrellas dejando ver una noche de verano abierta, acogedora, tranquila. Si hay alguien cerca procurad no hablar porque los sonidos nocturnos surgen poco a poco creando el ambiente propicio a la vista.
Antes de la mayor oscuridad se divisan, recortada su silueta, los Gigantes aquí y allá orientando los pasos y al separarnos de ellos indicando la bajada al pueblo que, con su propio ritmo, nos engulle en una noche tórrida y larga, capaz de tragarse de un bocado todo el bienestar que traes contigo, así que no tengas prisa en bajar, disfruta del anochecer, de la noche y sus complementos en el paraje de la foto.
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