ROMÁNICO EN EL CAÑÓN DEL SIL
Aun lado y a otro del río gallego salpican torres y campanarios románicos, románico tardío y de transición al gótico, decorando una laderas escarpadas, rocosas y también cultivadas de viñedo en terraza. El paisaje es muy original por el contraste enorme en poco espacio de granito y tierra de cultivo, bosques de robles y castaños y pequeñas poblaciones que blanquean aquí y allá, algunas con castillos y torres de homenaje.
Personalmente me impacta el románico de las numerosas iglesias y monasterios, su conservación gracias a restauraciones recientes y a la sensibilidad de la vecindad, porque el lugar natural no facilita la vida hoy, así que en el siglo XII o XIII debía ser impracticable y, con todo, lo consiguieron. Señores con dinero y recursos de todo tipo, empleando mano de obra de todo tipo también, en nombre de órdenes cistercienses y benedictinas, de frailes y de monjas, contratando a artistas de renombre, de escuelas famosas, decoraron los muros que encierran espacios religiosos con pocos vanos.
Las personas que enseñan los recintos cuentan anécdotas e historias de las zonas que pudieran haber sido, y cuentan las condiciones económicas en las que se vivía o simplemente se sobrevivía, cómo el paso del tiempo hizo de los templos lugares de muy diversos usos hasta llegar a la actualidad en la que son unas fuente de ingresos turísticos y motivo de fijar población rural.
La fotos son de Jose Gallego en el Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, uno de los lugares más impresionantes y unas de las edificaciones mejor conservadas dadas las circunstancias.
El ábside contiene murales policromados, recuperados tras un laborioso trabajo de restauración. Se puede ampliar la foto para observar mejor los colores.
Los capiteles interiores se conservan muy bien y los exteriores, aunque algo peor, se reconocen los antropomorfos y los zoomorfos además de los vegetales. Todos son espectaculares, elementos románicos de gran riqueza y originalidad.
El claustro, incompleto, ofrece una visión del monasterio anexo a la iglesia, de dimensiones apropiadas al entorno, más pequeño que el de otros de la misma zona, de la orilla lucense o de la orensana.
Vale la pena visitar este lugar y respirar la luz, la tranquilidad, el bosque y el río.
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