MILLÁS EL INSPIRADOR
Después de oír hace un rato a Javier del Pino y J. J. Millás tengo la sensación de que algo se ha movido en mi inconsciente, tal vez en el área del sueño, cuando sufro insomnio, cuando despierto en duermevela, cuando tengo sueños con mi familia y reconozco hechos del día transformados en elementos oníricos. Además, siento que la visita al notario o notaria ya no es un drama sino burocracia mágica, la que convierte lo privado en público y yo, que soy de izquierdas, me siento tan a gusto con lo público, así que reconoceré, a partir de ahora, a estos personajes decimonónicos como clase, todavía no trabajadora, pero de clase y no solo con clase.
Ahora veo claro algunas cosas, no es que tenga sueños bifásicos, pero prefiero tratar con gente antes que con máquinas, caminar antes que subir a un patinete eléctrico, reconocer la grandeza del universo antes que la de vírgenes y dioses, reconocer las distancias espaciales y temporales antes que disimularlas por internet, en fin, ser prehistórica antes que contemporánea.
Totalmente de acuerdo en reconocer el papel fundamental del papel, por su fiabilidad. Sigo sin entender por qué se duda de la autoría de M. Rajoy en los papeles de Bárcenas. La temporalidad del archivo no es nada si lo comparamos con los años luz o las pirámides de Egipto, por cierto, parece que los protonotarios eran de allí...el caso es que cuando encuentro un papel en algún libro o cajón, u otro lugar sin buscarlo, no lo tiro, prefiero dejarlo por si acaso, aunque no sé bien qué pueda ser el "por si acaso", pero transmiten cierto respeto e imponen un poco, así que los leo, no siempre los entiendo, y los dejo donde estaban. Creo que tiene que ver con los usos que le venimos dando desde la época de los faraones, primero en papiro y después en papel, pasando por todas las vicisitudes que cuenta Irene Vallejo en El infinito en un junco.
Sin embargo, lo más impactante de la visita a la notaría ha sido el asunto de la fe, meter la creencia en asuntos mundanos como herencias, matrimonios, testamentos, hipotecas, poderes y otros asuntos terrenales. El ámbito de la fe es cualquier cosa menos material y en la notaría todo es material, documentos y papeles que se conservan durante siglos, firmas con bolígrafos, seguro que bic (a este boli le dedicó un programa también junto a Paqui Ramos, alucinante), en despachos que ya está en bajos de edificios. La fe es de otro mundo y quien tiene el poder de usarla para convertir lo privado en público es el personaje que esta mañana, extraordinariamente, nos ha presentado Millás, haciendo un retrato a su estilo, ingenioso estilo. Cómo nos gusta a los humanos, más o menos prehistóricos, inventarnos mundos, hasta el punto de hacerlos imprescindibles en nuestro día a día, en nuestra administración y organización sociocultural. Le llamamos burocracia porque no queremos ser conscientes todo el rato de lo alucinante y ficticio que es. Sinceramente es mejor llamarlo fe, como hacen los notarios y notarias, es más verdad.
Gracias, de nuevo, a Millás por sacarnos de las cavernas de la tradición y la costumbre y descubrirnos, antorcha en mano, la verdad. Doy fe.
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