CAJA, MIGRACIÓN Y MILLÁS
15/1/23 EL PAÍS
Anteayer en El País escribía Millás qué duro es todo sobre la foto de la que asoman dos manos pequeñas. La reflexión que hace, como siempre, original, esta vez va más allá del instante de la foto y conduce a todo una práctica cultural, incluso humana desde que somos humanos: buscar lugares en los que poder vivir en paz.
Se inventa un juego, nacerse, para entender lo que ve y asumir el significado, para digerir la realidad de tantos niños y niñas que migran con sus familias, a veces sin ellas, de país en país, hasta abrir la caja y encontrar un lugar donde haya zapatos y comida. Mientras llegan están a merced de capitanes de barcos humanitarios que tiene que vencer burocracias absurdas para poder desembarcar...las cajas, personas.
Tal vez por publicarlo en domingo, Millás no ha querido ser más explícito con los sentimientos que provoca semejante foto, tal vez por no querer ser demasiado pesado en sus valoración sobre cómo Occidente, concretamente Europa, gestiona el hecho de las migraciones no ha escrito sobre inmoralidad, insensibilidad, desprecio, inhumanidad o falta de empatía. Tal vez sea mejor así, una foto, dos párrafos y quienes leemos.
Esta faceta de no aceptar lo inaceptable es tremendamente necesaria hoy, que parece que todo vale, que ya no damos la bienvenida a los refugiados, que no hablamos del Mediterráneo como espacio de comunicación y tránsito útil entre habitantes de las mismas aguas, de orillas próximas, de lenguas y dioses comunes.
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