CEMENTERIO DE ANCLAS
Playa de Barril, Algarve, Portugal
Llama poderosamente la atención. Tienes que acercarte para verlas mejor, para ver cuántas hay y cómo están colocadas, después te preguntas por qué, qué hacen allí y quién las ha colocado.
Ahí están, pasando la ría Formosa de Tavira, un lugar donde respira el Atlántico y brilla el sol que apunta a la Europa del sur y del oeste.
El espacio tan abierto despista, las dunas salvajes, el sonido del mar y la corrosión del hierro pesado.
Pensar en esqueletos y pasado resulta fácil, también en marineros y fuerza de trabajo, en tiempos lejanos de largos días en la mar, de generosos bancos de peces, de exterminio y agotamiento.
Estas anclas representan la memoria de lo que hacemos con la naturaleza. Son un recuerdo cultural de la pesca de atunes en el sur de Portugal. Y son un atrayente encuentro de herramientas usadas que nos hacen pensar en cómo vivimos y cómo cambiamos a consecuencia del estilo de vida que llevamos.
Están apuntando a la playa, como queriendo ir hacia ella, como esperando que las arranquen y las usen una vez más. Resultan artificialmente llamativas porque transmiten mensajes de destrucción y riqueza, algo bastante humano, en un lugar paradisíaco y venerable.
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