FERNANDO BOTERO. SENSUALIDAD Y MELANCOLÍA
Bancaja, Valencia, hasta septiembre
Siempre que veo obra de Botero sonrío.
Las proporciones tan personales, reconocibles en cualquier lugar, a todo color o con el mínimo posible, pies minúsculos, hombres con bigotito, rostros conformes y cuerpos curvos, anchos, desnudos y vestidos, paseando perros o haciendo el amor.
Orondo es el atributo que se me escapa cuando admiro el florero negro con negras flores y apenas luz, al comienzo de la exposición. Y ya no paro de apreciar la redondez del caballo, del tenedor, de las ropas que lucen los personajes, en definitiva, de los cuerpos humanos.
En la última planta del edificio, sala oscura, destacan los cuadros y las pocas esculturas, a penas iluminados, como salientes vitales, diversiones, juegos, llamadas de atención hacia lo cotidiano como novedoso, admirable.
Muy recomendable. Sales encantada de la vida, trasladada a un lugar sensual y, quizá, melancólico.
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