jueves, 30 de marzo de 2023

LOS VIAJES DE SULLIVAN

 LOS VIAJES DE SULLIVAN

Preston Sturges, 1941



Un multimillonario director de cine hollywoodiense de los años cuarenta del siglo XX decide hacer cine comprometido, social, reivindicativo, intelectual y sus productores le animan a hacer comedia porque gusta más y los cines se llenan. Esta contradicción es el problema central que tomará muchos giros aunque uno, el más inesperado, es el que la hace completamente actual y resuelve la trama de manera muy original y muy exitosa.

Resulta, todavía hoy, muy esclarecedor como signo de nuestro tiempo que, hacer humor sea una actividad crítica, revolucionaria por peligrosa, arriesgada, y necesaria.

Esta película conjuga la crítica social con la comedia haciendo que el drama nos provoque risas y las risas sean por no llorar. Parece que este fuera algo de la más rabiosa actualidad y la película tiene ochenta años, ha envejecido tan bien que hoy es bastante actual. La posición privilegiada de muchas personas hace ver las cosas de las personas sin privilegios como si fueran hechos exóticos, objetos de investigación y exposición, cometiendo la frivolidad de enmascarar la realidad con todos los sesgos y consecuencias imprevisibles morales que resultan indignas. Sin embargo, todo esto sucede y se reconoce en la película, a lo largo de la película, consiguiendo que primero asistamos a una comedia ridícula y poco a poco vayamos viendo la transformación en drama y la conjunción final de cine social, con su crítica y su humor.

Reírse de lo que se ríen los demás es la prueba de que somos iguales. Hacer reír a cualquiera también. En cualquier caso, no siempre es fácil ni una cosa ni la otra.

Técnicamente lo tiene todo, todo tipo de planos, trenes que salen de la pantalla y vagones de vagabundos, casas lujosas y celdas de castigo, muertes, religiones, dinero, abusos variados y reiterados, dobles y triples morales, experimentos sociales, en definitiva cine del bueno para encontrar un poco de todo bien mezclado que nos hace salir del cine con un ánimo distinto del que entramos. Esta capacidad de hacernos cambiar es extraordinaria. No todas las películas lo consiguen, pero cuando lo hacen aprecias el cine más, valoras los diálogos, las historias, los decorados, las interpretaciones, la música, el blanco y negro y las emociones que te suscita como arte necesario para reflexionar sobre cómo somos y cómo vivimos.

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