LA ÚLTIMA FUNCIÓN
Luis Landero, Tusquets, 2024
La importancia del lenguaje para expresar ideas, para contar historias y para hacer creíble lo increíble es lo que traspasa esta novela de principio a fin. Es todo un lujo leer a Landero, prácticamente en cualquiera de sus libros, pero en este es además un aprendizaje sobre hacer fácil lo complejo, de usar lo sencillo y simple, lo común y superficial para transformarlo inadvertidamente en maravilloso, tierno, atrevido, original y tremendamente profundo, nos lleva, de la mano de los personajes, a cuál más entrañable, a apreciar la humanidad, así, ni más ni menos, todo lo que somos y lo hacemos, desde un pueblo que va a desaparecer porque se queda vacío de personas, algo que sucede a diario hoy.
Todo lo que somos capaces de imaginar y contagiar antes del fin.
Aprovecha que en la trama propone el teatro, un personaje que no lo es y sin embargo propicia a todos los personajes posibles. Precisamente es la posibilidad, como un escenario vacío, lo que protagoniza todas las vidas contadas en la novela, unas con más detalle y en más páginas que otras. Las vidas de los protagonistas tienen dos lados, al menos, y uno es el de representar, actuar, teatralizar, así que Landero despliega su arte escribiendo sobre el teatro que es lo mismo que sobre la vida, o sobre la vida que es lo mismo que el teatro, con Lorca como telón de fondo y un milagro medieval en un pueblecito de la sierra de Madrid como excusa.
En la mitad de la obra realiza una defensa del libro como elemento esencia del ser humano que tiene el efecto de ser un necesario y precioso homenaje (págs. 98-101), a propósito de una interpretación del personaje principal. Extraordinario.
La crítica, siempre presente en las obras de este autor, más o menos velada, hace su aparición centrada en el turismo rural, en la locura de querer invertir en cualquier rincón del país para atraer a los turistas, haya o no haya algo que resulte de interés. La locura de querer revitalizar lo que está moribundo por el mal del progreso y el avance social.
Otro aspecto que subyace, al menos latente, es el machismo y la discriminación a quienes son diferentes a la mayoría estandarizada, que no es otra que mera ficción comercial.
En esta ocasión quienes cuentan los hechos y las ficciones son personajes, viejos pobladores que saben e imaginan lo que escribe el autor, marcando distancia con quienes leemos, una distancia que se borra a lo largo de la obra porque el contenido es una veces verosímil y otras mágico, unas veces posible y otras pura fantasía oportuna haciendo que seamos cómplices de lo que nos dicen. En todo momento el azar está presente en el paso del tiempo y trascurrir de la trama, por este azar el final resulta tan entendible y no se le puede pedir nada más. Lo que no está contado pertenece a ese lado de la no representación teatral expuesta al público, al lector, y es que en la vida interpretamos diversos papeles sin siquiera saberlo, le decía, entre otras cosas porque es imposible ser siempre uno mismo. Por fuerza somos varios. (pág. 201). Esta sencilla lección empirista es solo un ejemplo de la maestría de Landero.
Entre los personajes secundarios los hay de todo tipo, dramáticos, cómicos, tragicómicos, pero uno me llama la atención por ser el pesimista o escéptico que tiene el honor de decir una de las últimas frases memorables: como ya dijo el filósofo, la vida es un negocio que no cubre gastos. Dejándote con las ganas de saber qué filósofo dijo tal cosa.
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