15 DE SEPTIEMBRE
DÍA MUNDIAL DE LA DEMOCRACIA
Desde 2008, la Asamblea General de Naciones Unidas celebra esta efemérides, acordada un año antes.
Podría parecer que la ONU decide celebraciones de aquellos asuntos importantes que deberíamos conseguir para vivir mejor en el planeta. Muchas de las fechas señaladas hacen referencia a auténticas necesidades universales como la Paz, los Pastos Marinos o el Braille. Pero también la Democracia, aunque implantada en muchos países del mundo, debe tener un recordatorio para ser mejor, de hecho últimamente está viviendo horas bajas en lugares de clara vocación democrática, al menos históricamente, como el viejo continente europeo.
Desde su origen en la Antigua Grecia ya nació con muchos y graves riesgos como la demagogia o la corrupción. Con el paso del tiempo, lejos de eliminarlos se han acrecentado. Ha pasado por múltiples versiones, añadiendo poderes y modos de ejercerlos, evitando abusos e injusticias, a veces derivando en crímenes y asesinatos antidemocráticos.
Cuestionarse su mejora resulta más que necesario. Podríamos aprovechar este 15 de septiembre para pensar, dialogar y acordar algo al respecto. Sin embargo, lo que está fuera de toda duda es su conveniencia, especialmente por las distintas y numerosas experiencias políticas de sistemas contrarios, autoritarios.
Hay un fantasma que recurre Occidente, parafraseando a Marx, que es el neofascismo. Más hombres que mujeres, jóvenes que comienzan a simpatizar con populismos de extrema derecha, que toman las calles y comunican en las redes sociales, con mensajes de odio, mentirosos, violentos y llegan a los parlamentos porque votan a organizaciones que se disfrazan de partidos políticos democráticos, se tiñen de normalidad democrática.
Uno de los peligros de nuestro presente, que viene de una ineficiente educación, es la falta de pensamiento crítico. No es que piense que enseñarlo en las aulas sea la solución al deterioro de la democracia actual, pero deberíamos probar, no perdemos nada y hay mucho que ganar en el intento.
Pensar críticamente supone conocer el significado de las palabras, exigir coherencia y lógica en los discursos, denunciar falacias y negacionismos, contrastar las ideas antes de adherirse a ellas, especialmente dialogar con respeto. Supone cierta actitud de reconocer los errores, de aceptar cambios en los postulados propios porque se enriquecen con los que escuchan de los demás.
El saludable escepticismo contemporáneo está deviniendo en dogmatismo porque, con las prisas propias del ritmo like-dislike, se adapta a la corriente más ruidosa, más emocional y más diferente que aparece con fuerza en los medios de masas. Es tan deseable formar parte de algún colectivo, sobre todo si se es joven, que los expertos demagogos consiguen pescar en río revuelto, aunque previamente tengan que revolver el río ellos mismos.
¿Qué cambios urgentes necesita nuestra democracia española en 2024?
Añade a tu respuesta tu edad y lugar de residencia, es para saber si has vivido o vives en dictadura.
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