viernes, 22 de agosto de 2025

ESE IMBÉCIL VA A ESCRIBIR UNA NOVELA

 ESE IMBÉCIL VA A ESCRIBIR UNA NOVELA

J.J. Millás, Alfaguara, 2025


Destaco un par de páginas como ejemplos del ingenio, humor, originalidad y análisis antropológico que gasta Millás en este último libro de apenas unos meses.

Página 31, a partir de "Lo curioso del lenguaje es que nació como herramienta y se ha desarrollado como amo", incluyendo el párrafo final hasta "disonancias cognitivas". Con la mayor de las economías lingüísticas expone el uso de lenguaje humano, las posibilidades que tiene y las consecuencias fácticas que se derivan de su poder, actos lingüísticos, performatividad pura, "odiamos a quien el lenguaje dice que debemos odiar" y así plantea la posibilidad de una "factoría de ideas" gracias a las que vivimos en realidad, tan reales como el precio del alquiler de la vivienda. Cuestiona las bases de nuestro estilo de vida sin preámbulos ni paliativos, directamente, con rotundidad inapelable. Te quedas con ganas de cambiar las palabras, los significados y así las ideas para habitar otro mundo mejor. Esto provoca el libro, también.

La otra página es apenas media página, la 149, en la que se pregunta sobre la relación entre la literatura y la religión que invita a seguir preguntando en esa línea suya, por ejemplo, si no será la propia religión una variante de la literatura, al revés de lo que escribe él. Expone su pasado como seminarista y lo cerca que estuvo de ejercer el sacerdocio, aquí haciendo de confesor por accidente asumiendo las infinitas variables o versiones de las palabras escritas, pronunciadas ejemplificadas con el perdón, ahí es nada, para ateos y creyentes.

El libro está salpicado de propuestas porque incluye muchas preguntas, de todo tipo, destacando las relacionadas con la identidad, con la fantasía, con los estados febriles o intermedios entre la realidad y la ficción, campo de juego que visita asiduamente Millás y en el que se mueve como pez en el agua. Por supuesto no faltan los diálogos con su psicoanalista y las recurrentes alusiones a su pasado más o menos remoto para aterrizar en cómo es ser viejo, sin eufemismos maquillantes de lo que él vive, o dice vivir, a su edad.

Sigue sorprendiendo lo que escribe y cómo lo escribe. Buscar el tema o el asunto del último reportaje periodístico de un escritor mayor, parece ser el argumento principal, sin embargo, a través de tres o cuatro personajes secundarios, va construyendo una novela muy reconocible de su estilo particular, llena de humor, de inverosimilitudes posibles, de situaciones improbables aunque reales, siempre en ese lugar inclasificable por estar en el medio de todo y no pertenecer a ningún lado concreto. Es ahí donde se instala para escribirnos sobre la infancia, la amistad, la política, los trabajos, la familia, la identidad y otras cosas humanas como el lenguaje, la psicología o las tecnologías.

Puede leerse como un libro de relatos cortos. Contiene cuentecillos en los que hay asesinatos, espías, dentistas, hijos bastardos y crítica al modo de vida que hemos ocasionado con nuestra economía que es la política, o al revés. Siempre hay varias miradas sobre lo que quiera que expone, y dudas respecto a cuál es la buena. Es un juego permanente que te mantiene despierta y atenta (las influencias del genérico) a la mínima expresión que cambia el rumbo de la historieta.

Muy recomendable, es performativa...ya no olvidaré el comienzo de Anna Karenina


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