DISONANCIA ONTOLÓGICA
Foto:cadenaser.com
Para hacernos entender cómo ve el fallo sobre el caso del Fiscal General del Estado, Millás ha recurrido a Kafka porque resulta muy kafkiano el hecho de culpar a alguien, el fiscal entró en el Tribunal como culpable, y ya se verá de qué y por qué lo es después. De esta manera quien tiene el poder genera la realidad, o sea, que no importa nada la verdad, los hechos, solo importa lo que el poder dice que es la verdad y los hechos.
A esta situación le ha llamado Millás, esta mañana con Del Pino, una disonancia ontológica, ya que, como en las disonancias cognitivas, hay dos elementos contrapuestos y uno se impone sobre el otro por algún interés.
Usando la terminología psicológica nos facilita su comprensión porque podemos apreciar dónde está la clave de todo, que es en el nivel de las ideas, del pensamiento. Es ahí donde empieza la verdad, los hechos, la realidad. Esa parte neurológica que tenemos los humanos se puede manipular y controlar hasta el punto de que alguien diga ver lo que no ve, es decir, niegue lo que tiene delante. Millás ha recordado el experimento de S. Asch sobre la conformidad social, cómo llegamos a mentir por presión social, incluso nuestro comportamiento obedece al grupo al tener el pensamiento preso de la presión del grupo.
Decir que es de día cuando es de noche. Esto sería un ejemplo de disonancia ontológica. Mentir radicalmente. Negar las evidencias, la realidad, hasta construir una paralela que se impone sobre la verdadera a fuerza de negar la auténtica.
La Ontología es esa rama de la filosofía que se encarga de explicar lo que hay, lo que es, ontos, desde el origen de la Filosofía Griega allá por el siglo VI a. C. Fueron los presocráticos quienes primero respondieron al arjé, a qué es lo que hay, cuál es el principio de todo cuanto hay, intentando alejarse del mito por usar la razón y llegar a un "consenso" (así llama Millás a la realidad) para entendernos, para que sirviera, para poder partir de algo y empezar a saber cosas que nos facilitaran la vida, nos ayudaran a vivir bien.
Ese consenso griego daba por supuesto que era mejor razonar que fantasear, porque veníamos de la tradición ficticia, la mitológica, que era un desastre ya que la realidad obedecía a la voluntad de los dioses y eso no había dios que lo entendiera. Cómo vivir sobre la base del capricho divino, cómo hacer planes sobre la incertidumbre y la ignorancia.
Pues ahí estamos otra vez, en el tiempo del capricho, de la voluntad divina, del mito, propuesto por el Tribunal que ha fallado en contra del Fiscal negando los hechos, la realidad, la verdad, sustituyéndola por la mentira, lo irreal, lo ficción. Así que, qué hacer a partir de ahora con lo que sabemos, lo que demostramos, lo que conocemos, lo que es...
Millás afirma que vivimos sin consenso ya, en un brote psicótico, una especie de esquizofrenia ontológica. Tendremos que disimular que no es de día aunque llevemos gafas de sol para no cegarnos de luz solar.
Con lo que costó abandonar el Mito para acercarse al Logos. Ahora tenemos que realizar el viaje contrario, abandonar la razón para instalarnos en la sinrazón.
Hay una gran diferencia entre la actualidad y el origen de la Filosofía, me refiero a la velocidad con la asumimos los cambios y los damos por hecho, incluso construimos sobre las novedades edificios rígidos y seguros. Hoy disponemos de la tecnología que nos hace creer cualquier cosa a la velocidad de la luz. El aparato de comunicación de la derecha española es tan todopoderoso que resultará hasta fácil aceptar que la línea corta es la larga, como demostró S. Asch en los años 50 del siglo XX.
Una de las respuestas más famosas a la pregunta filosófica sobre el origen de todo fue la dualidad de mundo que ofreció Platón, ya en el siglo IV a.C., conocida porque la escribió en forma de mito, el famoso Mito de la Caverna. Dos mundos, dos realidades, dos lenguajes, dos maneras de estar, de ser, de comunicar, de hacer. Al final del mito, Sócrates pregunta a Glaucón, personajes principales de este Diálogo platónico (Libro VII de República), qué pasaría si uno de los prisioneros es soltado, sube y conoce la verdad y vuelva a la caverna a contárselo al resto que allí siguen ¿podrían matarlo si insiste en querer convencerlos de que están equivocados porque la realidad no es lo que ven sino que lo que ha visto él por salir de allí? La respuesta está clara 25 siglos después, es el fallo del Tribunal sobre el Fiscal.

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