VIDA EN PAUSA
Alexandro Avranas, 2024
Esta coproducción (seis países) cuenta la experiencia de una familia rusa que busca asilo en Suecia y la administración se lo niega. Entonces una de sus hijas sufre una enfermedad como consecuencia de esta negación. Lo han sufrido tantos menores en esa situación que tiene nombre, se llama síndrome de resignación infantil, como un caso médico cualquiera, con sus síntomas, efectos, tratamiento y consecuencias, todo atribuido a la situación familiar.
Resulta difícil de entender, muy complicado de aceptar como plausible, como veraz. Sin embargo está basado en casos reales, recientes.
El título no puede ser más fiel a la trama. Toda la familia está esperando. Primero la entrevista, después la decisión, más tarde la posibilidad. El elenco actoral tampoco puede ser mejor para representar el drama, lo absurdo y la solución paciente, inteligente, alternativa.
¿Qué pasa con los menores de tantas familias que tienen que abandonar sus hogares, sus países, porque sus vida corren peligro y cambian de país?
Buena parte de la película consiste en mostrar el tratamiento que el gobierno sueco, a través de protocolos, dispensa a las familias de los menores afectados por el curioso síndrome. Exige a los padres que practiquen ejercicios de empatía totalmente artificiales, como si a los padres les hiciera falta querer a sus hijas, mostrar que las quieren, como si la madre y el padre tuvieran la culpa de haber provocado en sus hijas la enfermedad. Esa especia de hacerles responsables a la fuerza contrasta con la imagen de cuidados extraordinarios que tienen con los enfermos.
Las salas, las luces, la música, todos los elementos ambientales favorecen un clima artificial extremo, que de tanto querer proteger y cuidar resulta violento e irrespetuoso.
La familia de los protagonistas encuentra estrategias, gracias a la bondad de otras mujeres asiladas antes, para revertir la situación, con mucha paciencia, entusiasmo comedido, confianza en su sentido común y amor por sus hijas. Resulta maravillosa la escena de dar vueltas en el coche por el parking hasta llegar al sol, momento feliz como el de quien sube al coche para irse de vacaciones.
Queda claro que la ética ha de estar presente en cualquier trámite burocrático, especialmente si hay menores de por medio. El asunto de los derechos humanos no es una excepción. Poder buscar asilo es uno de los derechos que más seguimos demandando hoy la humanidad. Los países ricos diseñamos los trámites, los tiempos, condicionamos la vida de los solicitantes en materia de espacio y tiempo, de educación, vivienda, trabajo, la vida entera, excepto el plano emocional. Las experiencias traumáticas son de cada miembro de la familia solicitante, y su gestión es intransferible. Tener el cuidado suficiente de no invadir demasiado, de respetar la integridad psíquica y física de las personas, debe estar por encima de cualquier otro requisito burocrático.
Pienso en mi alumnado inmigrante, en sus familias...

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