PROGRAMACIONES DOCENTES
o cómo tergiversar la educación pública
SABERES BÁSICOS COMPETENCIAS ESPECÍFICAS CRITERIOS DE EVALUACIÓN
COMPETENCIAS BÁSICAS PERFILES DE SALIDA SITUACIONES DE APRENDIZAJE
PONDERACIONES CALIFICACIONES PROMOCIONES TITULACIONES
Estamos a punto de acabarla primera evaluación y nuestras programaciones no acaban de aterrizar. No hay ningún problema en enseñar, tampoco en aprender, solo en los papeles que debe examinar la inspección que no aclara que, en ningún caso, podrá hacer que volvamos a septiembre y enseñar otros contenidos o de otras maneras.
Resulta insultante que, a estas alturas, tengamos que invertir tiempo en redactar terminología vacua, totalmente ajena a las clases diarias, inútil en la práctica docente, pero que impide concentrarnos en las posibilidades que ofrece la nueva Ley como la realización de proyectos, la práctica de planes para mejorar la convivencia y la igualdad, o la lectura y la salud.
Si con la anterior ley tuvimos que inventarnos otro mundo en que hablar de estándares ahora ese mismo alejado e inútil mundo estará lleno de vocablos como los coloreados más arriba. Parece que se trata de objetivar la educación, o sencillamente mecanizarla, apretar botoncitos para que salgas datos. La era del bigdata llega a todos los rincones, incluido al más personal posible como es la auténtica educación.
Cualquier docente puede explicar la evaluación de su alumnado, puede redactar informes individualizados de cada uno de ellos, atender a las familias que requieran explicaciones concretas, pero hacer cuadrantes para la administración, hojas excel con letras y números con la frialdad del dato por el dato, sin más, le supone un serio problema, de hecho, esta actividad meramente burocrática, mina sus capacidades de creación, imaginación, inventiva y espontaneidad porque tendrá que buscar homogeneidad que pueda medir o numerizar.
F. Nietzsche abominaba de la matematización que se hacía de toda la vida. No despreciaba las matemáticas sino el abuso que se hacía de los números al exigirlos para todo en las ciencias, en la cultura, en la política hasta crear un Estado de números donde no había personas. En esta dirección nos quieren hacer caminar con la exigencia de Programaciones Didácticas que reducen a la mínima expresión las materias, su metodología y la pedagogía en general. Hay que porcentualizar para cuadrar números o calificativos que salen de los números cada paso que damos en clase, con el alumnado. Estaremos toda la hora de filosofía poniendo cruces, rellenando casillas sin explicar ni resolver dudas. Nos sentaremos delante del ordenador y a pulsar items. ¡Cuidado con las actividades que pienses sin no son convertibles a numeritos!
A lo mejor alguien tiene ya el algoritmo convertidor, como cuando cambiamos de moneda para entendernos en euros...qué triste, qué pobre es esto.
Malos tiempos en los que se dice una cosa y se exige lo contrario. La era de la burocratización de la vida llega a la escuela y al instituto (a la universidad ya llegó, se llama Bolonia) para estandarizar ciudadanos/as y controlar capacidades no vaya a ser que a alguien se le ocurra pensar por sí mismo/a, pueda actuar por su cuenta y riesgo, innovar, crear, avanzar, progresar en direcciones diferentes a las mandadas por los intereses empresariales dominantes.
Pobre educación pública y pobre profesorado que se le está extirpando la vocación y el ánimo, y encima se le calla la boca con una subida del salario del 1,5% cuando lo que urge es una bajada de horas lectivas y bajada brusca de burocratización en su trabajo.
Recuerdo a mi vecino que vino de Francia hace unos años para trabajar en la enseñanza pública y ya empezaba a sobrar burocracia. Decía que allí descendieron los casos de delitos y violencia cuando a los jefes de policía se les ocurrió pedir informes sobre cada una de las detenciones que realizaban los agentes en las calles. Pues eso, no somos tontas/os, pero nos obligan a facilitar que las nuevas generaciones lo sean gracias a nuestro pésimo trabajo, mal llamado educativo.
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