PREMIOS COMO SÍMBOLOS DE DIGNIDAD
Narges Mohammadi
No es la primera vez que Suecia destina miles de euros, este año son 949.547, como premio a una mujer encarcelada en nombre de su activismo político por la paz, nada más y nada menos. Suponemos que a la cárcel no le llegará ni un céntimo y que no podrá asistir a la gala de entrega de premiados.
Conceder un premio que no se puede recibir por la premiada, a sabiendas, es una llamada de atención, en este caso internacional para que se hable y se actúa sobre los derechos de las mujeres en el mundo, los más básicos y fundamentales, los que nos hacen personas, los que sin ellos no somos personas como la dignidad.
Este premio me hace pensar en I. Kant y su imperativo categórico, concretamente en su segunda formulación que exige no usar a nadie, ni a una misma, como medio para otros, porque entonces seríamos cosas, meros instrumentos, medios para alcanzar fines de alguien y dejaríamos de ser humanos, fines en sí mismos, es decir, seres dignos. En Irán utilizan a las mujeres como si fueran cosas, cosas que se ocultan, porque su naturaleza ofende y pervierte al poderoso, porque su cuerpo es inmoral según las leyes del poder político y religioso, cosas que parecen bultos de ropa, que comportándose en contra de su naturaleza humana deben encajar en la moral patriarcal a la perfección, de no hacerlo pueden ser asesinadas, violadas, maltratadas y encarceladas como la activista ganadora del Premio Nobel de la Paz.
El premio Nobel de la Paz de 2023 es un símbolo que denuncia la violación de los derechos humanos en toda su dimensión, esta vez en la persona de Narges Mohammadi porque unos hombres que gobiernan su país le han robado la dignidad cuando ella dedicaba su vida precisamente a que no se perdiera la dignidad de las mujeres.
La historia de estos premios no está exenta de controversias, de oportunismos y de intereses. Sin embargo, la lucha por la igualdad entre mueres y hombres, algo tan fundamental para la convivencia en armonía en cualquier lugar del mundo, sigue siendo algo extraordinario, merecedor de titulares de prensa, de dinero y de políticas mundiales para conseguirla. La violencia de género institucional tiene que erradicarse cuanto antes si queremos de verdad un mundo mejor. Quien consiente esta violación de los derechos humanos más elementales, quien le quita importancia, está contribuyendo a mantener las desigualdades sociales más viles e inhumanas que tanto sufrimiento causan.
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