domingo, 21 de enero de 2024

EL CORREO

 EL CORREO

Daniel Calparsoro, 2024


Parece que nuestra cultura se empeña en afirmar, una y otra vez, nuestros errores sociales más graves. Como si fuera imposible eliminar la raíz de la corrupción política, el germen del abuso de poder y las circunstancias que favorecen que haya una juventud dispuesta a todo por conseguir dinero sin trabajar, ese verbo que supone a muchos un auténtico sarpullido moral.

Calparsoro presenta un trozo de nuestro pasado más reciente, es decir, de ayer, para que podamos entender lo que somos hoy mismo, pero solo si queremos entenderlo, claro, es una película no una sala de los Tribunales de Justicia ni el Congreso de los Diputados. Por esto, cuando haya elecciones, por ejemplo en Galicia, mucha gente seguirá votando a partidos y a personas corruptas, creo.

La trama es real como la crisis económico del presente siglo, esa que se negaba en 2008 y que estalló en la cara de millones de españoles que se vieron con deudas ingentes a los bancos y en el paro. 

Todos los elementos sociales, personales, aparecen reflejados en los personajes. Están todos, los buenos y los malos, estos últimos, al ser los protagonistas, están más tiempo y los acabamos conociendo más. Hay una clara intención por parte del director en hacer un ejercicio didáctico, pedagógico, para que nos quede totalmente claro por qué en España pasó lo que pasó y por qué sigue pasando. No obstante, si alguien solo ha visto una película como cualquier otra, en los títulos de crédito finales se nos aclara el mensaje sin rodeos, ya que aparecen fotos y vídeos de nuestros políticos corruptos y los nombres de numerosos casos judiciales que han protagonizando personalmente y realmente. Ninguna duda.

Para no destripar nada, solo diré de la trama que no hacen falta paraísos fiscales para defraudar, que simplemente con que existan personas que hacen de correo es suficiente. Bruselas, Madrid, Marbella, Zúrich, a ratos, vía China, 3%, todo en maletines de negocios, en hoteles de lujo, en chalets y barcos de la jet set. Pero además, con un origen humilde, con un protagonista sin estudios, ambicioso, con las ideas claras sobre lo que espera si trabajas honradamente toda la vida porque lo ve en casa, en el barrio, en Vallecas. El origen cuenta, determina, forma parte de ese "ascensor social" del que tanto se habla para referirse a la juventud actual, esa que tiene sueldos precarios y no puede irse de cas hasta los treinta.

Está contada con tiralíneas, es un eje cronológico literal, así nadie se puede perder. Las referencias a la realidad son tan claras que no hay que hacer el más mínimo esfuerzo por reconocer la vida de los último veinte años. Quienes imaginamos el lujo y el desenfreno, la inmoralidad y los excesos, vivir sin límites de ningún tipo, sin escrúpulos, nos imaginamos lo que vemos en la película.

Técnicamente está muy bien, la música es un personaje más, como los primeros planos, todo compone el perfecto escenario de nuestra más reciente historia, la que nos conforma ahora y genera nuestro presente. Es todo un placer asistir al cine para aprender, para reconocernos porque no es fácil asumir lo que nos pasa y lo negamos o minimizamos, desconfiamos de la información mediática que muchas veces es poca y manipulada, así que películas como esta, presentadas en el arte audiovisual consiguen ajustar nuestras neuronas para que tomemos conciencia. De la ficción a la realidad, y viceversa...¿y ahora qué? Calparsoro nos interpela al ponernos un espejo enfrente.

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