domingo, 28 de enero de 2024

INFORMAR O EXPRESAR

¿DICOTOMÍA DOCENTE: INFORMAR O EXPRESAR?



Es un lugar común, que cualquiera puede corroborar, que las emociones protagonizan nuestros aprendizajes, digo los que aprendemos los humanos. Todo el mundo recuerda haber jugado en su infancia y las destrezas de aquel juego las ha aplicado en su vida en infinidad de ocasiones, más o menos análogas al juego. Sin pasión es difícil dedicarse a enseñar y sin interés a aprender. Nos empeñamos en salvar todas las dificultades, especialmente, en la educación pública, pero estos dos elementos son los cimientos sin los cuales es imposible enseñar y aprender.

En el programa de radio A vivir que son dos días de la Ser, Juanjo Millás explicaba a Javier del Pino cómo es fundamental la diferencia entre informar y expresar a la hora de escribir. Él mismo lo enseña en los talleres de escritura. Según le estaba oyendo no he podido evitar llevarlo al terreno de la docencia para asentir a todo lo que decía en favor de la expresión frente a la información.

Tal vez, por defecto profesional, entre docentes hablamos más de explicar y comprender. De hecho hay muchas otras parejas de palabras que pueden expresar esa dicotomía que mencionaba Millás, porque hay muchos trabajos y espacios culturales en los que nos hacernos cargo de la situación de la que se trate, ya sea cómo es un personaje o cómo fue una guerra, es la clave para el entendimiento. Incluso en las ciencias se distingue entre el contexto de justificación y el de descubrimiento.

Estaría bien que las administraciones públicas tuvieran en cuenta cómo funciona el cerebro humano cuando planifican y ordenan la educación pública, las materias, la carga lectiva, los calendarios, las ratios, el acceso a la función pública, y, especialmente, la posibilidad de expresarse porque la información, sin más, se puede encontrar en otro sitio, no solo en las aulas.

Estos días de noticias sobre el informe PISA, sobre las agresiones a docentes, las bajas por depresión del profesorado, el acceso para enseñar profesionalmente, deberíamos tener en cuenta esta pequeña distinción que, hoy, me ha llegado desde la radio a través de un escritor que se mueve, como pez en el agua, entre la ficción y la realidad (la no ficción, dice él) para saber qué se transmite y qué no, qué comunica mejor y qué no y, por tanto, qué se enseña y aprende mejor y qué no.

La información es una cuestión de memoria que perdemos fácilmente. La expresión es una cuestión que se queda en el inconsciente, que nos hace entender, que podemos relacionar y engarzar con otras expresiones, que la hacemos nuestra porque llega a un terreno donde ya hay algo y se acomoda porque conecta. Luego aparece cuando se la busca y también cuando no, por eso lo que aprendimos hace mucho tiempo está ahí, con sus emociones, casi intacto, renovado, experimentado y enriquecido mil veces después y versionado según las circunstancias de cada cual.

Por otra parte, quien se dedica a enseñar cualquier cosa, habrá comprobado esto. Nadie se planta delante de la clase para dar datos e informar como si estuviera en un telediario y nadie se sienta en la clase a escuchar noticias como si fuera un espectador de la tele sin más. La clase, el contexto, exige que allí ocurra algo parecido a enseñar y aprender. Creo que en una novela, en las que yo leo, pasa algo parecido aunque no lo mismo. El contexto propicia que sea la expresión y no la información lo que nos enganche en ambos casos. Tal vez por esto, el gobierno quiere dedicar más recursos a la lectoescritura y a las matemáticas tras comprobar los niveles que sobre estas destrezas tiene la población joven.

Me resulta tan gratificante coincidir con el escritor valenciano, aunque sea en lo obvio, que me lleva a afirmar que nunca seremos sustituidos por máquinas quienes nos dedicamos a educar y quienes se dedican a escribir, es una sensación que quería expresar por aquí.

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