sábado, 28 de diciembre de 2024

EL INFORME

 EL INFORME

Trabajo intelectual y tristeza burocrática

Remedios Zafra, Anagrama, 2024


Curiosidad: casi cada capítulo empieza con alguna o algunas citas, muchas de ellas son de Laura Bey y de Simone Weil.

Desde el principio deja claro que la vida es tiempo y el tiempo vida. A partir de esta afirmación, todo lo relacionado con el tiempo laboral cobra un nuevo tinte vital para ser analizado, criticado, ejemplificado y planteado de manera distinta a cómo hoy, en la era del tecnocapitalismo, nos lo hacen entender. Un ordenador daña al cuerpo (espalda, cuello, hombro)

Está escrito en primera persona porque es lo que la autora le dice a quien le ordena realizar informes burocráticos para sus tareas intelectuales o culturales. Casi es un diálogo, sobre todo al final, pero en realidad es un monólogo plagado de experiencias que muchas personas tenemos porque, al ser docente como es mi caso, tenemos que rellenar formularios, una y otra vez, para cualquier iniciativa, aunque sea cotidiana y la misma que en ocasiones anteriores, deteriorando nuestra tarrea, creando desafección y desmotivándonos a trabajar en nuestra vocación.

Pareciera que el sistema nos controla a través de los inacabables trámites burocráticos necesarios para dar un paso o para parar. Hace tiempo que la estabilidad laboral dejó de lograrse con voluntad y méritos (...) pasó a depender del aguante burocrático de quien sobrevive entre concursos perpetuos (pág.23)

Hay un orden, unas normas y una lógica que cambia la empatía por la eficacia que produce hartazgo y abandono. Casi siempre, tal vez por estar acostumbradas, no advertimos estos protocolos que protocolizan el tiempo, o sea la vida, en nosotros y en los demás.

Pronto establece relaciones entre la precariedad laboral y la infravaloración de los trabajos intelectuales, culturales, del ámbito humanístico y su feminización. Cuando una mujer llega a un puesto suelen empeorar sus condiciones. Saturar de burocracia precariza el trabajo. Muchos malestares proceden del tiempo del trabajo, de la manera en que trabajamos, del tiempo que no dedicamos a los demás, al planeta, a la vida. Llegamos a enfermar y a sentir desafección por lo que hacemos.

Frente a la inercia Filosofía, es decir, pensar, dialogar, hacer preguntas, buscar respuestas, observar lo que hacemos, cómo lo hacemos, cuánto tiempo le dedicamos, si nos convertimos en seres sumisos además de precarios. Sentido crítico y responsabilidad. Remedios propone reivindicar otro uso del tiempo, esto es, de vida, empezando por las palabras, ahí es nada. Se detiene en algunas como objetivos, motivación o sentido.

La tecnología no está sirviendo para mejorar el tiempo de la vida, y ese debería ser el propósito, más bien nos hace esclavas, nos penaliza, nos crea necesidades y hasta nos condiciona el ocio o el descanso: Ante el ordenador siempre es de día alargando las jornadas interminablemente, provocando que se desaprovechen talentos e impidiendo la desconexión. Por no hablar de la autogestión y la eterna actualización que requiere. La tecnología no nos libera del trabajo tedioso.

Entre la denuncia y la constatación de una vida triste, intercala episodios familiares y vivencias personales que muestran bien el argumento principal sobre lo urgente que es cambiar el paradigma laboral, eliminar burocracia, pensar en las consecuencias de nuestros actos y apreciar la vida de los demás.

Ser poco fiable es una sensación que nos transmiten constantemente los burócratas al obligarnos a realizar encuestas, rellenar papeles, formularios, programaciones, evaluaciones, objetivos, una serie de trámites que absorben nuestro tiempo y energía dejándonos con la culpa por no haber perdido el tiempo, por no hacer nuestro trabajo con ilusión, pasión y dedicación. Hace poco pensé pagar a expertos para que realizaran por mi la ingente burocracia de comienzo de curso que la Consejería de Educación nos exige en tiempo y forma, cosa que nada tiene que ver con mi alumnado, sus familias, el claustro o el equipo directivo que, como correa de transmisión bien engrasada, nos recuerda plazos y nos afea los incumplimientos haya o no motivos.

Ningún trabajador ni ningún trabajo soportan naturalizar el hacer sin sentido (pág. 106)

Anima a la rebeldía, a decir No, a reclamar cambios favorecedores de otro tiempo, otra vida laboral más humana y apasionada y a expulsar la mala conciencia y la docilidad. No se puede vivir bajo presión y salir indemne, el trabajo no debe enfermar ni física ni mentalmente, no puede ser un muro social ni una isla individualista.

Recuerda el ejercicio de la banalidad del mal que mostró Hannah Arendt, cómo la obediencia irreflexiva es el horror más inhumano. El sistema tecnocapitalista nos premia si miramos a otro lado y así perpetuamos y hacemos mayor la obediencia, la sumisión, el cumplimiento, cual robots que actúan por algoritmos homogeneizadores. Llama la atención sobre la necesidad de mediadores humanos para ayudar a la finalidad laboral, para colmo, en trabajos culturales, intelectuales, de investigación.

Hay trabajos que parecen tener el propósito de dificultar el trabajo de otros (pág. 123)

Hace un repaso a los trabajos públicos, al derroche de dinero, a las subcontratas, a la estructura administrativa y a la responsabilidad y confianza de debería brillar entre el funcionariado. Sería conveniente anteponer el valor social al valor financiero, de paso aprovecha para reivindicar el cuidado de los espacios comunes y del derecho a la vivienda, cómo esta está íntimamente unida al trabajo.

Y lo mejor para el final, la reducción de la jornada laboral como apropiación del tiempo, de la vida, del planeta. Dotar sentido a lo que hacemos, a lo que somos, supone asumir responsabilidades y contar para los demás y para sí mismo. Repetir errores hace la vida peor, esta no tendría que ser trabajar y trabajar mientras el cuerpo aguante, mercantilizarnos nos sienta mal.

Para ejemplificar el sentido de la cultura como trabajo habla del teatro (pág.180 y ss.), que no es una pantalla, de lo burocratizado que está, de los horarios sin horarios y de la necesidad de tiempos limpios, aquellos que sirven para crear.

Critica el uso mentiroso de las palabras para confundirnos, atontarnos, esclavizarnos, vendiendo una cultura envasada que no homogeniza frente al poder cultural de la imaginación, del disenso, de la crítica y el disfrute. El poder de lo simbólico, bien lo sabe como antropóloga, es tremendo, los cambios siempre empiezan ahí.

Acaba con algunos interrogantes como si alguna vez lograremos transformar la sociedad de manera que subordináramos el trabajo y la tecnología a la vida y no al revés, ¿podría ser amando la vida y el disenso? como afirma en la página 199.

En todo momento he tenido resonando en mi cabeza el cometario de mi vecino valenciano que vivió veinte años en Francia. Me decía que allí descendió la delincuencia en el momento que el Jefe de policía ordenó a los agentes realizar un informe por cada delincuente que detuvieran. Como no hacían informes se entendió que no había delitos.

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