domingo, 9 de octubre de 2022

EN LOS MÁRGENES

 EN LOS MÁRGENES

Juan Diego Botto, 2022


La vi el viernes, de estreno, pero hasta hoy no he terminado de digerirla, porque es mucho más que unas imágenes, un guion y ratito en la butaca de cine. Cuesta asimilar el cine social, pero si además lo que cuenta está pasando a tu lado, el trago se hace más dificultoso.

Calificarla de drama social parece lo oportuno, sin embargo, no se agota con ese par de palabras. Tosar, Cruz y el resto del elenco son realidades cotidianas muy bien construidas, interpretadas, expuestas durante un par de días de sus vidas que continúan sin las cámaras, como en los documentales, que nada acaba, que todo puede pasar y seguir pasando. 

El valor que surge del miedo máximo, de los principios éticos arraigados, de la fuerza del colectivo y de la necesidad más perentoria se puede ver en Penélope Cruz y Luis Tosar

La soledad que aparece cuando dejas de hacer lo cotidiano, lo normal, cuando el tiempo que pasa es tanto que cuesta recuperar el contacto, desgarra la existencia de una madre de un hijo. Las crisis económicas se llevan por delante el presente y el futuro sin piedad, sin contrapartida, sin plan B, son así, suceden y devastan el paisaje, en este caso, humano, demasiado humano.

La precariedad laboral es silencio psicológico en un escolar protagonista de un contexto evitable, de los que en países del primer mundo crean vergüenza insoportable.

La empatía y solidaridad se vuelve perversa y muestra la peor cara de la mala suerte, que interviene en el peor momento quebrando un presente y, de nuevo, un futuro.

Nada es justo, nada es calma, la distancia para respirar es un lujo que los protagonistas no se pueden permitir, ya sean niños o adultos, de aquí o de allí. La atmósfera irrespirable está muy lograda por los espacios pequeños como un coche, un piso pequeño o una sala llena de gente en asamblea. Nunca hay espacio suficiente para transitar en paz, solo unos minutos unas escaleras se convierten en espacio y tiempo de charla con un café, pero son un espejismo.

Juan Diego Botto y su equipo han logrado transmitir un trozo de realidad candente en nuestra sociedad del bienestar y de la información, con sus móviles, su tráfico, sus trabajos de esclavos, sus relaciones estresantes y estresadas, sus familias al día, su policía y hospitales, en enjambre urbano que creamos cada día con nuestras actitudes, con nuestras costumbres. Elaboramos la trama de la vida y sin darnos cuenta la liamos. Qué importante es que algo o alguien te lo haga ver. Esta película nos lo hace ver, nos hace ver el estilo de vida que vivimos y sus consecuencias.

Las leyes que anteponen la riqueza de los bancos a la salud de las vidas humanas no son justas y lo sabemos. El derecho a una vivienda es un derecho humano básico y aquí podemos ver qué pasa cuando no lo es, cómo se destruye y cuánto se destruye una persona, todo lo que le rodea y la estela que deja.

Bravo por este cine que conmueve y hace reflexionar para que actuemos de otro modo más humano. Bravo por ese elenco tan bestial que interpreta a personas al límite, en los márgenes, a punto de salirse de todo, del todo.

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