VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN
Siempre que se da un paso hacia la democracia se hace con titubeos y miramientos al lugar de procedencia, aunque sea un sitio oscuro e infernal, como si no se pudiera o hubiera que pedir permiso a quien produjo el daño. No tenemos costumbre de avanzar firmemente, con ganas, con decisión unívoca.
Hoy, muy tarde, empezamos a dar ese paso como país. La sociedad está asumiendo, de una vez, el pasado dictatorial y sus terribles consecuencias. No hay excusas ya, no hay marcha atrás. Ha pasado demasiado tiempo sin verdad, justicia y reparación para las víctimas directas y para el país entero.
Ojalá esta efeméride sirva para andar juntos hacia un nunca más, hacia la reconciliación y conocimiento, hacia la verdad y la justicia y, sobre todo, hacia la reparación que, con tanto retraso, es infinita, ¿cómo reparar el olvido que no se olvida, el menosprecio y el ninguneo año tras año?
Es un primer paso que no debería ser tibio sino firme, seguro, orgulloso de saber que se hace lo justo, lo conveniente, lo necesario.
Mucha gente recordará hoy a sus familiares y vecinas y vecinos, a intelectuales y artistas, a exiliados y exiliadas, a tantas y tantas personas que no deberían caer en el olvido. Durante muchos años de democracia hemos convivido con nombres de calles, monumentos, edificios, libros de textos, fiestas, símbolos públicos, expresiones lingüísticas, títulos nobiliarios, medios de comunicación, empresas, creencias y sus manifestaciones y lugares de culto, espacios y tiempos, demasiados elementos y agentes socializadores poderosos, franquistas o derivados del franquismo, por todas partes, que todavía siguen ejerciendo su poder cuanto les deja el sistema.
A partir de hoy, el 31 de octubre es un día en la agenda nacional. Con dolor y valores democráticos empecemos a saber, a realizar justicia y a reparar, a sabernos, a ser justas/os y a repararnos como país.
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