LA EDUCACIÓN FÍSICA
Rosario Villajos, Seix Barral, 2023
A veces no recuerdas si hay narradora o lo que estás leyendo es en primera persona todo el tiempo, lo que da prueba de la identidad entre las dos voces, las dos perspectivas, las dos. Parece que fuera cosa de dos, una la chica de 16 años que siente su vida como un desconocimiento absoluto de todo lo importante y otra la narradora que cuenta lo que la protagonista siente, piensa y hace en unas determinadas circunstancias, pero resulta muy sutil la distinción, creo que porque la narradora sabe perfectamente lo que la protagonista no sabe, como en la "nivola" Niebla unamuniana, donde Augusto Pérez habla directamente con Unamuno. Aquí Catalina no habla con Rosario, sin embargo, queda clarísimo que no hay distancia entre ambas, la ficción resulta realidad o la realidad resulta ficción.
El caso es que, en un rato, sucede todo, una experiencia iniciática y la vida de una adolescente, dos asuntos inseparables que la autora entrelaza casando los tiempos y los lugares, los personajes secundarios y los pensamientos de la protagonista, dando como resultado una panorámica sociocultural de los años noventa en España, concretamente de las costumbres de muchas familias, de muchos adolescentes, de muchas relaciones de pareja, de los estereotipos sexistas normalizados, cuando la tele contaba lo de las niñas de Alcassér, secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas. Este horrible hecho está de fondo como un runrún más o menos perceptible, siempre permanente.
La culpabilidad de la niña, de la mujer, en materia de violaciones, tocamientos, abusos sexuales e intimidaciones machistas, lleva creciendo en nuestro país desde hace mucho, a pesar de las cifras y la conciencia social que se intenta transmitir desde el feminismo en cualquiera de sus ámbitos de actuación. Hoy seguimos recogiendo a nuestras hijas cuando se hace tarde, seguimos siendo acompañadas por las noches, nos aferramos al móvil o a las llaves cuando oímos unos pasos cerca en determinadas zonas de la ciudad, evitamos ir a locales, calles, parques a ciertas horas...
Crecer y experimentar asco, desprecio por el propio cuerpo porque no se entiende nada, no cuadra nada en la sensatez que se puede tener a los 16 años, es uno de los núcleos duros que transmite esta novela, con todo lo que implica en cuanto a ser y estar en casa, en el instituto, con amigos o consigo misma.
Contiene metáforas y lenguaje seleccionado para entender todo fácilmente y asimilar la historia como familiar, conocida, por lo que contagia emociones identificables con mucha facilidad. Así que la empatía es la protagonista junto a Catalina. Y por otra parte, la rabia de saber que pocas cosas han cambiado, que una joven sigue siendo terreno de abusos de todo tipo por los hombres, de cualquier edad, que los cuerpos de las mujeres son abusados permanentemente directa e indirectamente, en público y en privado, en los medios, en el cine o en las redes, en clase o en casa. La vulnerabilidad está en el lado de siempre, en los cuerpos de las niñas, las jóvenes y las adultas. La educación no ha avanzado lo suficiente como para que esta novela resulte anticuada, más bien todo lo contrario, tenemos unos valores que educamos bien anclados en el machismo y sus variantes. Catalina tiene un hermano al que no educan igual, del que no esperan lo mismo.
Intercalar la acción del presente con el pasado remoto y más cercano de la protagonista resulta, narrativamente hablando, un acierto. Rompe la linealidad temporal y ofrece una mirada que completa, página a página, la acción del momento. Lo hace muy bien.
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