SHERWOOD
James Graham, 2022
En seis capítulos de una hora, esta serie de una temporada plantea varias cuestiones políticas que son personales, o varios dramas personales que son políticos.
En los años 80 del siglo pasado M. Thatcher protagonizó una de las huelgas de mineros más duras, intensas y con más secuelas individuales y sociales de la historia reciente de Inglaterra. El cine ha utilizado esos años en numerosas ocasiones para mostrar ese aspecto social tan característico del cine comprometido made in UK.
Varios planos simultáneos entrelazan la trama de unos protagonistas que son lo son por su pasado relacionado con las huelgas de hace varias décadas, bien por apoyarlas, bien por rechazarlas o bien por ser el sistema que las reprimía y utilizaba ideológicamente para la particular reconversión industrial inglesa, antesala del actual neoliberalismo occidental.
Varios vecinos enfrentados, varias familias divididas, incluso entre los jóvenes, que no vivieron los conflictos, el pasado minero cuenta y decide amistades, amores e incluso comportamientos con trastornos psicológicos. Resulta toda una metáfora de la división social, un retrato peculiar de una auténtica guerra civil sin bombas físicas pero con muchas psicológicas en forma de desprecios, insultos, humillaciones y separaciones emocionales.
Además hay un ingrediente político que resulta demoledor por lo que supone en inicio y después, a lo largo de la vida. El estado envía policías infiltrados para dividir a los mineros y destruir su fuerza ideológica, su lealtad, su fe en los principios laborales de clase, en definitiva, el estado usa sentimientos e identidades para conseguir sus fines, impidiendo la dignidad personal, violando directamente a las personas "enemigas". Hay una escena en la que la representante sindical habla con el policía protagonista sobre los espías que el gobierno de Margaret Thatcher usó contra los mineros del norte.
La serie sigue un orden temporal no lineal porque desde el presente va y viene a los ochenta, con la dificultad de reconocer, en otros actores más jóvenes, a los protagonistas que viven el presente, en el que hay un asesino cuyas motivaciones aparentemente claras pueden resultar azarosas e inexplicables, o al menos, poco explicables desde las pistas y tramas secundarias que toman fuerza en los sucesivos episodios.
El ambiente oscuro, no solo por la escasa luz blanca o abierta, protagoniza junto a el pub, una abadía, un par de casas vecinas, un campo de tiro y el bosque de Sherwood, un asunto policial, sociopolítico y familiar. Tres en uno. Emociones viscerales, muy auténticas, promovidas por recuerdos, experiencias, versiones e hipótesis que marcan el destino de la gente. Toda una vida marcados por unos hechos que el estado usó en sus propio beneficio ideológico, que es económico.
El elenco de actrices y actores es muy bueno. Los interiores de los espacios ejemplifican la complejidad de la mente humana, de las emociones e inteligencia. Hay caminos que resultan cortados pero al principio parecen transitables, con sus personajes secundarios pero influyentes. Y hay mucha credibilidad en esa polarización vital, en el lenguaje, en los silencios. La BBC también aporta su calidad a la historia real.
Muy buena, como para dedicarle un fin de semana a sus seis horas.
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