martes, 23 de mayo de 2023

RACISMO

 RACISMO

Entender las diferencias como una oportunidad para discriminar, ofender, humillar, despreciar, minusvalorar o violentar, en cualquier de las muchas formas en que se puede hacer, es sencillamente no saber nada, no entender quiénes somos, no querer vivir bien.

Cuando se alude a la educación en valores como herramienta de transformación social se hace sin pensar que hay agentes socializadores mucho más poderosos que las aulas, mucho más influyentes que las clases de ética. Nuestra tradición religiosa, política y económica se ha construido sobre firmes ideas y comportamientos etnocéntricos durante tantos siglos que pretender que hoy seamos defensores de los Derechos Humanos de manera natural resulta ridículo.

Por supuesto que en España somos racistas, xenófobos, machistas, aporofóbicos, tránsfobos, chovinistas, paternalistas y otros atributos que reflejen nuestra intolerancia hacia quien es diferente.

Lo vemos en la publicidad de los juguetes, desde la infancia, en las ilustraciones de los libros de texto, en el cine, en los escaparates. Lo sufrimos en los trabajos, en la vivienda, en la Justicia, en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en todos sus niveles o en la sanidad. Y lo tenemos en los colegios, institutos y universidades. ¿Por qué no iba a estar en el fútbol, ese deporte rey, el que tiene lo mejor de cada casa en todos los sentidos?

La hipocresía también es una cuestión de valores éticos, esa asignatura que la LOMCE ofertaba como alternativa a la religión católica, y que forma parte del paisaje costumbrista más sólido y firme de nuestra geografía.

Además, no estamos solos en esto. Cuántos españoles y españolas que viven fuera han vivido episodios reiterados de racismo por ser españoles y españolas, no solo como turistas sino como trabajadores o estudiantes.

Por consiguiente negar la realidad no ayuda. En este tema ser negacionista, como en cualquier otro, supone mantener el problema, agrandarlo y transmitirlo dejando por el camino agresiones, violencias y asesinatos que se deberían intentar evitar si seguimos llamándonos demócratas en el siglo XXI.

Aprendemos por imitación más cosas de las que somos conscientes, así que hay que tomar medidas adecuadas para mitigar el contagio de todas las formas de discriminación que seguimos realizando a diario, desde un chiste hasta un gesto. Hablemos del racismo (y todas las demás intolerancias) en nuestra cultura de una vez por todas, hagámoslo en casa, en los bares, en las escuelas, en los parques, en la tele y en las redes. Pensemos argumentos, conozcamos casos y empecemos a educarnos de una vez por todas en el respeto, la tolerancia y empatía, aunque solo sea por nuestro propio bien.

Soy docente y la mayoría de mi alumnado sigue el fútbol...otra vez la clase contradice la realidad, otra vez enseño aquello que no se practica. A este paso la educación será exclusivamente teórica, o lo que es peor, enseñaremos utopías. Hoy, todavía me niego a resignarme. Nos sobran los motivos para decir fuerte y claro NO AL RACISMO. Nos sobran los motivos para ser RESPETUOSAS/OS.



 

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