domingo, 3 de noviembre de 2024

AMAL

 AMAL

Jawad Rhalib, 2023


De nuevo una película basada en el ejercicio de la tolerancia, en los riesgos de tolerar lo intolerable, en cómo practicar los derechos universales a pesar de que cuesten vidas.

Con la educación pública como escenario principal, Bélgica representa la democracia europea con todos sus luces y todas sus sombras, esta vez en lo referente a las religiones, a la libertad de creencias y de expresión de esas creencias, a la intromisión de la fe en el Estado, al laicismo, a concordia social.

Los fundamentalismos excluyen hasta asesinar.

Cuando la educación pública, en nombre de la tolerancia y los derechos democráticos, permite que entre a sus aulas la fe está abriendo la puerta a la discriminación primero y a la violencia sin límites después.

La profesora de literatura, la protagonista, enseña atendiendo al contexto de su clase, a la diversidad de alumnado, abriendo lo ojos, no solo sensitivos, a conocimientos que enriquecen al alumnado, a textos diferentes a los que el alumnado lee o puede leer sin asistir a clase. La escuela pública enseña a ser ciudadana/o en todos los ámbitos, a sumar, a dibujar, a escribir, a experimentar, a entender hechos pasados y presentes, a reflexionar sobre qué somos y qué queremos o a superar un examen para acceder a la universidad, enseña a ser y estar en esta sociedad contemporánea. Y aquí y ahora podemos ser y estar de muchas maneras, como homosexuales, heterosexuales, bisexuales o cualquier otro modo de identidad sexual y es un modo válido, todos lo son porque no implican ningún rasgos cívico o ético que suponga ser mala persona o peligrosa, perversa, pedófila, manipuladora, extremista, negacionista, terrorista ni nada parecido. La orientación sexual es la que es.

Leer textos medievales para apreciar la poesía de autores musulmanes, judíos o cristianos tendría que ser un lujo accesible desde la escuela pública, algo que en pocos otro lugares se puede estudiar por falta de conocimientos. Sin embargo, en una cultura tolerante con la intolerancia la oportunidad de leer literatura diversa supone conflictos de todo tipo y a todos los niveles.

La cámara psicológica y los primeros planos no son suficientes para transmitir la sensación de presión social que viven las y los protagonistas. El rol de directora, de profesor, de familia, de alumna y alumno sirven para ponernos un espejo delante, en mi caso, literalmente por ser docente de secundaria en la pública, por ser madre y por haber sido educada en el cristianismo y machismo del siglo XX español.

Sigue siendo necesario este tipo de cine social que, además, está perfectamente interpretado por el gran elenco de actrices, sobre todo, y actores, en ambientes reales tan asfixiantes como la vida misma.

Hoy, con una ley de educación que rebosa la palabra COMPETENCIA en cada línea, me pregunto si la sociedad está lista para educar a personas competentes en  el pensamiento crítico,  en los derechos humanos, en el respeto, la libertad y la tolerancia, propias de una cultura democrática siglo XXI.

El arte es el siervo más incómodo del Estado dice Amor Towles en Un caballero en Moscú, Salamandra, 2018.

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