INSTINTOS OCULTOS
Neil Burger, 2021
Esta película de ciencia ficción, bastante predecible, propone un dilema moral eterno, a saber ¿debo cumplir las reglas aunque sé que voy a morir? Tiene más sentido si quienes plantean así su existencia son jóvenes, confinados en una nave espacial, como tripulación humana para conquistar otro planeta. Hay otros condicionantes como que han sido creados in vitro, en laboratorio, nunca han visto nada de la Tierra, para no sentir nostalgia, y se les administra una droga con el fin de amortiguar o inhibir algunos instintos.
Se trata de ir atrás en el tiempo aunque se vaya hacia delante, acudir al pasado más remoto pero dirigiéndose al futuro más próximo. La biotecnología al servicio del cuerpo sapiens transterrestre.
Todo empieza en 2063 y acaba 86 años más tarde. Lo que sucede en medio es una versión de "El señor de las moscas" de W. Golding, novela publicada a medios del siglo XX que plantea un accidente aéreo en el que un grupo de niños y adolescentes sobrevive en una isla desierta. Lo que sucede durante un tiempo, es decir, la organización social, la satisfacción de las necesidades, las dificultades de estar en un lugar ajeno a la cultura de donde se viene, muestra como posibilidad muy plausible el uso de la violencia, los abusos sobre los más débiles, la importancia del miedo como factor de control y manipulación y la resolución de conflictos, pocas veces pacífica.
La película de Burger sitúa el escenario en un lugar cerrado, al contrario que Golding, y con toda la tecnología y biotecnología de última generación en naves espaciales y generación de vida, con toda la conciencia de que en la Tierra no se podrá vivir a corto plazo. El caso es que en ambos casos, después de todo (el despliegue argumental) hay lugar para la esperanza, aunque sea un lugar pequeño y remoto y para unos pocos.
Ser libre, tener deseos, saber y poder convencer resultan capacidades peligrosas para la humanidad, siendo como son, cualidades básicas de la misma. Poner límites, frenar deseos, dejarse convencer y acatar normas de otros también son capacidades peligrosas e igualmente básicas de la humanidad. Razonar para llegar a la solución más conveniente en cada caso no siempre es el camino elegido. Por eso esta película, y por supuesto la novela de Golding, ofrecen la oportunidad de cuestionar la convivencia, cómo nos organizamos (si puede ser... que diría Aute), la necesidad de líderes y sus cualidades, la importancia de la mayoría y sus potencialidades a veces perversas, el uso de la libertad política. Viejo y reciente asunto este.
No tiene nada de original, no es una buena película técnica, el título es un desastre, pero demuestra cómo desde el cine actual sigue habiendo interés por cuestiones éticas fundamentales para la humanidad, y solo por esto merece la pena verla.
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