GIGANTES NOCTURNOS
Que embellecen la noche manchega...sin duda.
Son vigilantes de la paz y el descanso...en Mota del Cuervo.
Cuando el calor aprieta, incluso a altas horas de la noche, conviene subir a los molinos, caminar entre gigantes, absorber la brisa que acaricia la piel refrescando el alma, acariciar sus paredes circulares, blancas como la cal de las fachadas de las casas del pueblo, apreciar la simetría de sus aspas y cómo encaja la capota en el estrellado cielo veraniego. Cuidado con el palo de gobierno, no vayas a tropezar y caer encima de alguna piedra tranquila que tiene punta y no es arenisca...
Es inevitable recordar, allí, a su lado, las veces que desde niña he subido, a jugar, a descubrir el mundo salvaje de las rocas que fueron animales prehistóricos, cuántos fósiles a mis pies, de las rugosidades y lisuras de las más grandes, de las betas de arcilla en los caminos cercanos, una arcilla de colores que era mágica por la posibilidades cuando la mezclas con el agua. Los insectos más grandes habitaban entre las hierbas altas, incluso culebrillas y grandes lagartijas a las que cortábamos la cola.
En invierno subíamos a ablentar la aceituna antes de llevarla a la almazara, entonces el aire era muy frío y resultaba muy agradable no sentirlo porque el trabajo manual nos calentaba.
Ahora es un lugar de paseo, un escenario de conciertos, un lujo para conversar en la intimidad al aire libre. Es el sitio hermoso de acogida al visitante que se queda un tiempo contemplando el paisaje, en realidad formando parte de él, como Pepa y su perro que miraban la puesta de sol cuando la saludamos y nos abrazamos con los gigantes como testigos.
La luna es más bella entre las aspas de los molinos...
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