Sin hacer nada, sin decidir al respecto, las flores se van marchitando en el jarrón hasta caer a la mesa.
Son frágiles, de finísimo papel por muy naturales que sean, si las rozas se desprenden, caen, ligeras, ingrávidas, pálidas y preciosas.
El paso del tiempo, que empezó hace apenas unos días y va dejando esta huella con la que piensas en el momento de recibirlas, de abrazar a la persona que te las regaló, piensas en ella en su verano, en que también es frágil y vulnerable y cada día corre el riesgo de caer como los pétalos secos de su ramo de flores al acabar el curso, como si acabara una vida, con la dedicatoria te recordaré con el alma porque el alma nunca muere.
Anoche una amiga recitó un poema de Quevedo, largo, hermoso, brutal, de memoria y rápido, haciendo énfasis en los verbos y en la semántica, sin hacerlo, sobre la eternidad y el amor más allá de la muerte. Fue un gran momento que recuerdo hoy con una sonrisa y admiración, que uno a estas flores cuyo aroma ya no existe aunque estén ahí, en el jarrón del salón, desprendiendo sus pétalos transparentes.
Poesía y flores. Noche y día. Verano.
Mientras tanto el calor se va llevando tanta energía potencial que nunca será que resulta un ladrón implacable del tiempo; el calor marchita las flores y provoca los encuentros nocturnos con poemas.
Lugares de vacaciones, dichos, para buscar en mapas que traen a la mente escenas de montañas, de playas, de casas de verano, de familia y amigos caminando, en los ríos y los bosques. Después las anécdotas personales, mil, a cual más original que aterrizan en la literatura, otra vez, a propósito de una ciudad, un habitante y sus cartas.
Va quedando un toldo, que se extiende y recoge según las gotas de lluvia caen más veloces; unas sombrillas que seleccionan las mesas a proteger de esas gotas caprichosas; unas voces relajadas que planean días felices por venir.
Lo que va quedando de un tiempo consciente, reciente...la vida. Como la de una exalumna, simpática y risueña, que interrumpe su desayuno cuando me ve entrar a la cafetería para saludarme y empezar una conversación sobre sus quehaceres actuales y los de su hermana, también exalumna, que vive en Barcelona y le va genial porque estudió filología francesa en Salamanca y fue fácil encontrar trabajo de traductora cerquita de Francia, siendo árabe es más fácil todavía.
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