viernes, 31 de enero de 2025

¿MÉTODOS INQUISITORIALES EN DEMOCRACIA?

 LA IMPORTANCIA DEL MÉTODO

Llevado a mi terreno, no me imagino silencio a mi alrededor. Soy profesora de enseñanza secundaria en la educación pública. Si mis métodos fueran inquisitoriales ¿nadie diría nada, ni el profesorado de mi centro, ni las familias de mi alumnado, ni mi alumnado, ni la inspección educativa, ni la Consejería de Educación de mi comunidad autónoma, ni el Ministerio de Educación, ni la prensa, ni las redes sociales, cuánto tiempo duraría en mi puesto de trabajo, qué consecuencias tendría para el resto de mi vida laboral, mi vida civil? ¿Por el daño causado recibiría algún tipo de castigo legal, social, gremial?

Podría seguir preguntando (nunca con el tono y expresiones del juez del caso Errejón, caso González Amador, u otros casos con comportamiento excepcional de los jueces por su modus operandi), pero lo curioso es que en los tribunales españoles actuales hay jueces que hacen de su capa un sayo y se comportan, según el magistrado Perfecto Andrés (ver entrevista, de esta semana, por Andrea Ropero aquí: https://www.lasexta.com/programas/el-intermedio/perfecto-andres-magistrado-emerito-instruccion-garcia-ortiz-propia-viejo-sistema-inquisitivo_20250130679b4ce10b2ad20001ae4824.html) de manera inquisitorial, fuera de los métodos democráticos, generando una Justicia injusta, al margen de la ley, propia de la Edad Media y de sistemas políticos dictatoriales. En España lo sabemos bien, por desgracia.

¿Qué está pasando en la sociedad que permitimos violaciones de las leyes desde los propios tribunales? Ya sea en relación a la igualdad ante la ley, a la violencia de género, a la presunción de inocencia, a la admisión de causas que parten de bulos...

Resulta mucho más grave de lo que parece, a tenor de la falta de reacción social, porque significa que estamos dormidos, sumidos en un profundo y lejano sueño, ajenos a los hechos que nos rodean, incluso que protagonizamos, como si la realidad no existiera y tan solo lo onírico, lo que pasa en las pantallas, fuera capaz de hacernos reaccionar sacándonos del letargo civil para ir a un concierto, a un partido de fútbol o al centro comercial.

Me pregunto si tardaremos mucho en despertar, en salir de la cavernosa hipnosis de la telerrealidad. ¿Quién se empeñará en denunciar alguna situación de injusticia personal o social ante este panorama desolador de la judicatura española siglo XXI?

Es difícil aprender si los errores no se marcan en rojo, si no son comentados, justificados, explicados y comprendidos. Tendemos a imitarnos, como buenos animales sociales que somos, así que o empezamos a comportarnos como si nos importara algo la Justicia o se acabó lo que se daba y los modus operandis inquisitoriales vuelven a campar a sus anchas, aquí y ahora. 

La Justicia es un componente necesario para la democracia, así que si falla seguiremos llamándonos demócratas pero no la viviremos. Nos contagiamos rápidamente de cualquier comportamiento que se burla de sus deberes, que no cumple, que se escaquea, incluso vemos mal no defraudar cuando se puede hacer, pero solía estar la confianza en la justicia para que el mal no se confundiera ni valiera lo mismo que el bien. A partir de ahora, decir la verdad está penalizado, hacer el bien será castigado, usar los servicios públicos en provecho propio es premiado y exhibido como signo de inteligencia y éxito.

Hemos visto a los jueces protestar por sus condiciones laborales, sin embargo no dicen nada ante los métodos antidemocráticos que ejercen buena parte de ellos.

Hay que darle una o mil vueltas al acceso a la judicatura en España, al menos en materia de ética profesional, coherencia semántica y responsabilidad pública. 

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