martes, 11 de agosto de 2020

EL INSULTO
Ziad Doueiri, 2018


Una película accidental, podría haber visto cualquier otra, hay muchas en las plataformas online, pero el título me ha llamado la atención esta siesta, y me ha gustado.

Accidental como el comienzo de la trama porque ha sido un accidente el encuentro entre los protagonistas, además de los tontos, sin más importancia que la que tiene que alguien riega las plantas y moja a otro alguien que está en la calle. La cosa es así de simple y sin embargo da para una película revisionista sobre la guerra de Líbano de los años 70 y la situación actual de los refugiados palestinos en Beirut.

Estos días sale en los telediarios precisamente una noticia sobre Beirut. Un accidente que hace estallar un barrio entero con muchas personas muertas y heridas y el gobierno dimite en bloque.

Después de ver la película concluyes que no hay tantos accidentes como parecen. Muchos tienen explicaciones claramente causales. La historia de los pueblos, de los territorios, de las familias y de la propia vida genera sentimientos de todo tipo que, a veces, encuentran ocasiones para salir a la luz de una manera más o menos afortunada o violenta.

El caso es que la infancia suele estar detrás de muchas de las decisiones importantes y decisivas que tomamos a lo largo de nuestra vida. Si ese momento vital sucede mientras en el lugar que habitas hay una guerra la cosa se queda ahí para siempre, así que hay muchas probabilidades de que su influencia dirija el resto de tu vida, tus relaciones personales, tus trabajos, tus casas, tu creencias, tus militancias, tus filias y tus fobias...en definitiva tu lugar en el mundo y su modo de entenderlo.

Los protagonistas, honrados trabajadores, representan pueblos enteros y creencias ancestrales con lo cual la carga simbólica está servida. La historia que explica cómo son esos pueblos y esas creencias, cuánto poder tienen y qué aliados están de su parte es el escenario de fondo que vamos descubriendo poco a poco, en el que se advierten personajes secundarios muy significativos para aclarar las cosas, ya sean políticos, abogados, periodistas o religiosos.

La trascendencia de los hechos triviales nunca se puede saber con antelación porque nadie se ocupa de estimarla ni de anticiparla. En esta ocasión lo individual, que pocas veces lo es, se convierte en social, que casi siempre parte de individuos. Los dos hombres, un cristiano libanés y un refugiado palestino, consiguen levantar a todo una ciudad contra sí misma y generar adhesiones extranjeras.

Todo salta por los aires, la convivencia pseudopacífica y falsamente tolerante se va a pique...como en la explosión de hace unos días...solo que en la película el director, generoso,  hace que, a su modo, cada protagonista venza y acabe bien la cosa individualmente, la otra, la social, me temo que esa, es más complicada y puede hacer que pasen cosas como la dimisión en bloque de un gobierno libanés.




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