jueves, 20 de agosto de 2020

EL NEGACIONISMO: UN CLÁSICO INFALIBLE

 Cuesta creer todo lo que nos dicen, sobre todo si quien lo dice no es fiar, ha mentido antes o es un ignorante. Los negacionismos nunca lo son del todo, niegan aquello que atenta a sus intereses y al hacerlo afirman lo que defienden, lo que les interesa. Quien mucho niega mucho afirma, cuando decimos NO a algo estamos diciendo Sí a otra cosa, la contraria u otra, y aquí es donde está la clave, en llamar la atención sobre unos hechos, unas decisiones o unas posibilidades, negándolas en favor de alternativas. Esto se hace siempre que se opta. La novedad que traen los negacionismos actuales es que está probado su error.

Lo que niegan los negacionistas son evidencias científicas, sociales, éticas, justas. Por lo tanto afirman lo anticientífico, antisocial, antiético, injusto...

Esas dosis de escepticismo hubieran estado bien en otras ocasiones, en muchos otros casos, de corrupción, de malversación, de machismo, de contaminación, de explotación de personas y recursos, de urbanismo especulativo o como por ejemplo del último (penúltimo) episodio de la Casa Real y otro más sobre las consecuencias de vivir alimentando el cambio climático. Aquí las alternativas pueden comprobarse como mejores y válidas para la mayoría.

El texto de la pancarta podría ser una advertencia socrática a los prisioneros de la caverna platónica...y claro, inmediatamente saltarían las voces sofistas para contrarrestar los dualismos.

Sin embargo el dilema griego está resuelto desde hace siglos por la ciencia empírica apoyada en la formal, con sus métodos y resultados contrastables, con las probabilidades algorítmicas, con las incertidumbres azarosas pero suficientes y con las creencias plausibles.

Resulta bastante insultante este tipo de manifestaciones antimascarillas. Y también el tratamiento mediático y político que se hace al respecto.




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