"CEREBRO CONTRACTUALISTA: JUSTICIA"
Es propio del ser humano pactar, gracias a ello hemos sobrevivido y llegado hasta aquí así, como somos. Sin embargo parece que nuestra faceta cultura se empeña en activar ciertos mecanismos que nos llevan a la competencia feroz en lugar del acuerdo y la alianza. Lo vemos en los estamentos políticos (en sentido etimológico), últimamente en el Poder Judicial que decide sobre asuntos de salud, de igualdad de género o de vivienda desde su parcela que es la materia de Derecho pero con ramificaciones que la exceden y afectan a las propias condiciones materiales de la vida digna.
Inventamos leyes, las aprobamos y las ejecutamos con el único fin de vivir mejor. No hay nada más ético que el derecho, nada más político que la organización justa de la sociedad, nada más necesario que un conjunto de normas y sanciones que regulen la vida en común.
No tiene mucho sentido que la ejecución de las leyes nos siente mal, así que hay que ser muy riguroso en la elección de aquellas personas que han de impartir justicia. Se suele hablar mucho de los procesos de selección de personal de las empresas privadas y del funcionariado, pero pocas veces de la selección de jueces y fiscales.
Saber leyes a granel no debería ser lo relevante ya que el cargo exige un trato personal con la ciudadanía. Sobre todo porque las leyes cambian y se pueden consultar fácilmente. Además la visión del mundo que vamos construyendo desde que nacemos está inexorablemente en la cabeza de cada persona que practica la judicatura y esto ha de ser valorado también a la hora de otorgar cargos.
Desde numerosas ciencias empíricas nos llegan conclusiones sobre el cerebro humano, cualquiera puede informarse buscando en los lugares adecuados. Desde la prehistoria y la biología hasta la más moderna neurociencia nos explican que al ser seres evolutivos nos adaptamos, esta cualidad la tenemos de serie, nacemos con ella, por lo tanto no nos debería costar tanto cambiar, está en nuestra naturaleza, en nuestro ADN forjado durante miles de años para ser exitoso y sobrevivir a distintos contextos.
Adela Cortina en ¿Para qué sirve realmente la ética?, Paidós, 2013, menciona la expresión "cerebro contractualista" que quiero usar aquí, para llamar la atención, respecto a la actividad del Poder Judicial en las decisiones políticas del Gobierno actual. Ese grupo de personas que componen dicho Poder tienen un cerebro contractualista, es decir, son humanos, así que han de poder tomar decisiones, pactar entre ellos, que favorezcan la vida y la supervivencia digna de la ciudadanía. Han de consultar, estudiar, dialogar, confrontar ideas, y finalmente argumentar con este único fin la decisión tomada. No es su cometido valorar subjetivamente en función de estimaciones personales, intereses propios o empresariales, o partidistas, o religiosos, o tendenciosos por cualquier otro motivo, no es de recibo que Tribunales regionales en una Comunidad Autónoma decidan una cosa y en la vecina otra, que juzguen medidas sanitarias en época de pandemia o medidas de vivienda en época de pobreza (miles de personas viven por debajo del umbral de la pobreza en España en estos momentos), o al margen de las observaciones basadas en rigurosos estudios de especialistas sobre la indefensión de una mujer acorralada por un grupo de violadores.
El Derecho es un invento que nos conviene, usarlo para generar desigualdades lo convierte en inútil y peligroso, dado el poder que tiene a nivel constitucional. Ahí sigue, sin renovarse años...
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