lunes, 18 de abril de 2022

ARIAFERMA

 ARIAFERMA

Leonardo Di Costanzo, 2022


El edificio y Servillo forman un tándem que representa el tiempo, el paso del tiempo que se para a reflexionar sobre lo que somos y lo que hacemos, cómo lo hacemos y a quién. 

El edificio es un cárcel en ruinas y Toni Servillo es el Guardia de más rango que queda a su cargo cuando la están desmantelando pero doce presos han de permanecer allí porque la administración todavía no tiene otro lugar previsto para ellos.

Un grupo de colegas pasa la noche en el monte a modo de despedida. Esperan unas vacaciones y un traslado. Nada de esto ocurre y en su lugar sucede la improvisación con pocos medios y soledad, toca asumir responsabilidades nuevas, urgentes, eso sí temporales aunque sin fecha límite. Entonces sucede que doce hombres encarcelados y sus guardianes van a convivir de manera poco ortodoxa. A veces se intercambiarán los papeles sobre quién manda, a veces los sentimientos se impondrán a la razón, a veces lo absurdo funciona, lo improbable merece la pena y la honestidad, en sus diferentes modos, puede triunfar. 

La cámara es clave para hacerse cargo de las circunstancias porque los espacios forman las personalidades y las acciones, incluso las relaciones están fijadas por la arquitectura de panóptico. Todos los actores son camaleónicos sin cambiar un ápice sus rostros y lo que sugieren esas ropas, esos gestos, los tonos y las miradas.

Ninguno de los protagonistas es juez y sin embargo todos juzgan y son juzgados a cada paso que dan. Los dilemas morales asaltan en varias escenas según van pasando los minutos. El uso de la fuerza es una alternativa, transigir cierta violencia también, favorecer el aislamiento o la compañía si se es pederasta, mafioso o reincidente, si se tienen problemas mentales o económicos, si se es extranjero, negro o gitano...saltarse las normas puede justificarse algunas veces, cuántas, con quiénes.

Los dos grupos de hombres, presos y guardianes, como en el experimento de Stanford llevado a cabo por el psicólogo Zimbardo en los setenta, son poco comunes. Compuestos por guardias experimentados que disiente entre ellos y jóvenes obedientes por un lado y por otro presos que jerarquizan el poder mientras van asumiendo sus roles para obtener beneficios. Todos se la juegan en sus papeles, especialmente Servillo y Orlando, permanentemente el filo, con sus afines y sus detractores.

Cuando los protagonistas, mafioso y guardián salen al huerto y conversan aparece la posibilidad, imposible ya, de que todo podría ser de otro modo. 

La música, percusión fundamentalmente, es un personaje más, así como la luz y las tomas cenitales.

Cuando se ha aprendido a vivir de una manera ¿se puede cambiar?, ¿cuántas oportunidades son suficientes para intentarlo?

¿Cuál es el papel del Estado ante actitudes contrarias, siempre, a las normas de convivencia?, ¿cuál la Justicia? y ¿cuál la sociedad?

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