miércoles, 12 de julio de 2023

UNA VIDA NO TAN SIMPLE

UNA VIDA NO TAN SIMPLE

Félix Viscarret, 2023


Para un análisis de las masculinidades que protagonizan la película ver lo que escribe Octavio Salazar, el 26/6/23 en www.huffingtonpost.es/opinion/vida-simple-arquitectura-fragilidadbr.html

Nunca entro al cine huyendo de nada, pero ayer podría haberlo hecho huyendo del bochorno infernal de la enésima ola de calor de este año, que aunque sea verano no se lleva mejor que cuando viene en primavera. El caso es que la acogida de la sala no pudo ser mejor, aire acondicionado y un par de espectadores, así que, mi pareja y yo nos pusimos cómodos, teníamos toda la sala fresquita para nosotros. Dispuestos a ver lo que fuera, como además la película venía del Festival de Cine de Málaga que suele ser sinónimo de cine original, las expectativas ya estaban cumplidas antes de empezar.

En ese contexto aparece una película intimista perfectamente creíble y muy reconocible en expresiones y lugares. Lo común, lo social, lo que nos pasa a todos era el escenario donde todo transcurría, el éxito y el fracaso profesional, las dudas personales, la importancia de la mistad, de la confianza, las inseguridades y los miedos, las incertidumbres a cada paso, las crisis de edad que nuestra cultura se empeña en que sean dramáticas y corramos riesgos peligrosos e innecesarios.

Es un hombre cuarentón, profesión liberal, esposa e hijos, amigo-socio, atractivo físicamente, que encadena unos años de frustraciones porque las cosas no salen como él las había previsto, más bien van como alguien, poco deseable, le había profetizado cuando estaba en lo más alto de su carrera, ganando premios y marcando diferencias entre sus colegas, quienes, más tarde, le pondrán como ejemplo de fracaso y mediocridad.

Sin embargo, la película es lo que también le pasa a ese hombre por la cabeza, lo que siente por las noches cuando no duerme, lo que hace en el parque cuando saca a los niños a jugar, lo que dice al amigo-socio en el despacho de arquitectos sin ideas ni proyectos ilusionantes, lo que escribe en el móvil a una casi desconocida mamá del cole, lo que desea en contra de su voluntad, lo que hace en contra de sus deseos, cuando se encuentra con la maestra cada mañana llevando tarde a sus hijos a clase, cuando se estresa ante una entrevista incómoda en la que tiene que mostrarse humilde pero sobrado, cuando tiene que aparcar y ni a la cuarta lo consigue hacer bien, cuando practica supersticiones como manías de protección, cuando va pasando su vida, la vida que tiene, que cree que él se ha ido construyendo.

No puede ser más personal, en el sentido de individualismo puro y duro, pero refleja bien que es mentira lo de que uno se hace a sí mismo y los demás pasaban por ahí. La película cuenta bien la fragilidad personal y la necesidad de los demás, siempre, en las duras y en las maduras. Pocas cosas nos pasan sólo a nosotras/os, casi todo nos pasa en un contexto social concreto, en una circunstancia política con sus presiones y oportunidades, sus estereotipos y roles, sus posibilidades.

Luego están los personajes secundarios, que son principales, como el amigo fiel, inmaduro, que resulta ser más listo y sensible que el protagonista y acaba enseñándole el camino. También su mujer, cuyo valor profesional está en segundo plano hasta que se demuestra que es ella la que saca todo adelante con su valía, dedicación y buen hacer, es tan inteligente en lo intelectual como en lo emocional, resulta ser la persona imprescindible en la vida de ese hombre, pobre, tan vulnerable a los cuarenta, sobre sus vulnerabilidades poco se muestra, toca presentar al hombre actual más real, menos machote.

No es fácil filmar las crisis personales de manera que nos veamos reflejadas en ellas sin tener nada en común con los protagonistas, y eso justo es lo que consiguen aquí, con interpretaciones de diez, con diálogos naturales y cercanos, con lugares familiares y con situaciones cotidianas, que pocos espectadores/as hemos vivido así, tal y como aparecen en pantalla pero con las que nos identificamos fácilmente, incluso con la imagen de las patinadoras nocturnas en la calle que aparecen como elemento incoherente y acabas asimilando como normal, hasta resultan ideales para la secuencia final, sugiriendo continuidad en unas circunstancias difíciles... ¿cuándo se puede patinar por la calle desierta?

Me gusta el cine que te plantea interrogantes, de cualquier tipo, también personales en momentos críticos, en los que se juega la estabilidad o la ruptura, esos momentos que pensamos son de ahora o nunca, de tomar decisiones drásticas, de dar un giro  de ciento ochenta grados, de saber quién eres y qué quieres. Son interrogantes eternos, supongo, así que enganchan, son parte de las vidas no tan simples, de todas las vidas y que no son para tanto, creo.




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