NI UNA PANDEMIA MORTAL
Tras veinticinco siglos, hoy tenemos una clara confrontación entre posturas afines al intelectualismo moral y las afines al convencionalismo moral, o sea Sócrates versus Sofistas en materia judicial española.
Unos tribunales españoles entiende que la ley es la ley (único modo de ejercer la Justicia, tal cual proponía el ateniense del siglo IV a. C) y otros entiende que dadas las circunstancias está justificado modificar las leyes (relativizando la aplicación en función de lo conveniente al caso, según defendían los sofistas, maestros de retórica, que enseñaban en Atenas) que no despreciarlas.
Cuando empieza el curso escolar, quienes enseñamos Filosofía en los institutos de secundaria, presentamos el origen occidental de nuestra materia en la Grecia clásica, contextualizamos para hacernos una idea del momento que viven las personas que plantean preguntas y respuestas que llegan hasta nuestros días con plena vigencia. Precisamente, uno de los momentos más filosóficos es cuando discutimos, razonadamente, quién tenía razón, si Sócrates o los Sofistas.
Siempre empieza habiendo mucho más alumnado socrático que sofista y suelen acabar siendo más los sofistas que los socráticos. Nos resulta más fácil defender una única versión de los hechos, especialmente si viene impuesta desde la razón que defender una visión plural, adaptable a múltiples situaciones. Saber qué es la Justicia facilita distinguir entre el comportamiento justo y el injusto, de cada uno y de los demás, así juzgar resulta fácil, claro y sin dudas.
Pero, como cualquier otro asunto cultural, humano demasiado humano, la Justicia puede ser el resultado de una convenio, en el que entran argumentos varios, circunstancias extraordinarias y sobre todo voluntades coherentes con que no existen verdades absolutas y muchos menos en lo referente a las leyes, ya que estas son el fruto de unos pocos, con sus intereses, poderes, prestigios y posiciones particulares.
Guardaré la noticia de los distintos tribunales regionales españoles que dictan sentencias sobre las restricciones políticas en la ciudadanía a propósito de la pandemia, una vez depuesto el Estado de Alarma nacional. Los argumentos no pueden ser más contrarios. Véanles los de Euskadi (Sócrates) o Valencia (Sofistas).
Tenemos en nuestro actual Estado de Autonomías algo parecido a las Polis griegas del siglo IV a.C. solo que la democracia nuestra no es directa y los representantes judiciales están elegidos por los grupos políticos. Estas salvedades, y otras, hacen incomparables los contexto, obviamente, pero en cualquier caso, el hecho (las sentencias contrarias) da qué pensar y mucho cuando está en juego la salud, es decir, la vida o la muerte de la ciudadanía y un conjunto de disposiciones médicas al respecto.
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