jueves, 3 de junio de 2021

ECHADME A LOS LOBOS

 ECHADME A LOS LOBOS

Patrick McGuinness, Siruela, 2020


Siruela edita esta novela como Policíaca, no usa el término Negra. Sin embargo en ella suceden denuncias sociales, intriga y calidad literaria, así contiene todos los elementos básicos para ser considerada una novela Negra.

Respecto a la calidad literaria queda reflejada en la estructura de la obra, en la originalidad de las descripciones, en la presentación de los protagonistas, en las pistas y despistes y en la narración en primera persona en varios sentidos de la expresión.

El caso es algo que gusta y regusta a la gente porque los medios de comunicación de masas les dedican tiempo y espacio excesivo. Es uno de esos hechos que se agranda con el paso de las horas hasta deformar el contexto y desinformar sobre los propios hechos. Las redes sociales y la velocidad con la que vivimos actualmente toda la vida, incluso la más íntima y personal, aportan veracidad y contribuyen a crear intriga, sospecha e incluso indignación.

La prensa televisiva juega un gran papel, aunque no sea el más limpio.

Los tiempos verbales son fundamentales. El pasado y el presente se retroalimentan en los protagonistas, con todos los elementos más o menos relevantes de los personajes, familiares, infancia, gustos musicales, amistades, forma de vestir y ropa, cualquier asunto personal cobra importancia, por supuesto los nombres y apodos también lo son.

Años ochenta en Reino Unido. Asesinato y posterior descuartizamiento de una mujer joven. Los policías, pareja curiosa, algo cervantina, comienza la investigación. Las hipótesis pronto se quedan en una única línea de trabajo y todo el rato se dedican a confirmarla, desdeñando alternativas, gracias a la presión social.

Entre tanto, las relaciones familiares y profesionales de los protagonistas van mostrando un escenario poco claro, incómodo hasta revelar una verdad con la que no se contaba: "la verdad ha salido a la luz, y lo mismo han hecho las mentiras. Una y otras parecen iguales" pág. 178, esta frase simboliza el juego literario de la novela, la importancia de las apariencias y lo que necesariamente oculta todo lo que aparece.

El principio se hace enigmático para que el desarrollo tenga sentido y el final sea razonablemente real.


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