SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS
José Sacristán, José Sámano, Miguel Delibes
Teatro Olympia, Valencia
Es lugar común decir que como Delibes describe tan bien todo en sus novelas facilita la adaptación al cine (Los santos inocentes) y al teatro (Cinco horas con Mario). Pues sin salirme de lo común, he de afirmar que en este caso también sucede, parece que estuviera escrita para ser representada en un teatro, a ser posible por José Sacristán.
El Teatro Olympia de Valencia despide hoy esta obra.
Muchas personas nos hemos emocionado al oír a Sacristán narrar la vida de su mujer, de sus hijos, la suya en los años setenta, en los que se metía en la cárcel a los estudiantes y los tumores cerebrales se operaban como si fueran cosa corriente. Hemos llorado al oírlo expresar la tristeza y soledad que siente un viudo que ha compartido todo con su mujer. Nos ha hecho reír al contar anécdotas ocurrentes y originales del pasado vivido con su mujer. Nos ha llevado de un lugar a otro de los sentimientos sin brusquedades pero sin miramientos.
Empatizar con Nicolás (Sacristán) es muy fácil porque tiene cualidades perfectamente reconocibles en nuestros padres o abuelos, porque refiere episodios de una época vivida o contada en primera persona por nuestros familiares en nuestras casas. Hace que le entendemos según empieza a hablar, que queramos seguirle en su viaje de recuerdos e insatisfacciones, de reconocimientos y pesares.
La mujer de rojo sobre fondo gris es mi madre o mi abuela. Delibes crea un personaje pensando en su propia mujer, o directamente lo transcribe de su vida, que puede ser nuestro personaje. Hace un alegato de la actividad profesional que supone ser madre, esposa y amiga en la España franquista, pero desde la ternura, la humildad, el saber hacer y, sobre todo, el reconocimiento de estar en deuda con ella, de no haber estado a la altura más tiempo, todo el tiempo, al final del tiempo.
Una vez más el teatro nos traspasa y nos hace dar vueltas en las emociones e ideas, en el presente, el pasado y el futuro, nos humaniza y nos iguala. Conmueve y denuncia.
Donde quiera que vaya Sacristán con esta obra habría que verla.
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