lunes, 24 de junio de 2024

EXCOMUNIÓN, CISMA Y ABOGADO

 EXCOMUNIÓN, CISMA Y ABOGADO


La iglesia católica ya no es lo que era, al menos según la historia medieval. Cuando se producía un cisma ardía Troya, cuando se excomulgaba a alguien había infierno, hogueras y la Santa Inquisición con sus instrumentos...y ahora nada de nada, vemos en la foto de noticias de Guipuzcoa risas a la salida de los Juzgados como si acabaran de tramitar una burocracia cualquiera. Ay, las mismas palabras cómo cambian de significado, cómo se diferencian en las consecuencias de su pronunciamiento, en la dimensión pragmática del lenguaje. Ay, el reino intocable, intachable, de la gran institución milenarista se resquebraja por un puñado de mujeres que han salido respondonas ante el mismísimo arzobispo de Burgos. Qué ironía, en la película basada en la novela homónima, el Nombre de la rosa, había un personaje llamada Jorge de Burgos, era el mal, el malo, el asesino, el que se arrogaba el poder de decidir quién podía leer a Aristóteles y seguir vivo, él que necesitaba a un lector ya que era ciego, y quién tras leer al filósofo debía morir. Vaya con los Burgos (que no las Burgas, esas fuentes termales de Ourense tan generosas y originales).

A lo mejor, con el tiempo, este episodio religioso se lleva al cine. La verdad es que tiene personajes más que curiosos, de los que tenemos imágenes y nombres en los medios de comunicación y redes sociales. Los escenarios también son fáciles de localizar, en una búsqueda al tomtom aparece cómo llegar. En cuanto al guion, aunque pudiera haber diferentes versiones, no sería difícil reunirlas en una sola, total se trata de la iglesia católica que adora a un dios trino.

Ante todo lo que está sucediendo en el mundo, en nuestro continente, en nuestro país, comunidad autónoma, provincia y localidad, este hecho está cobrando unas dimensiones que no merece, a menos que se quiera mantener como importante y decisivo para la vida pública, política, lo que hace esta religión con los suyos. Esto es dar calidad de agente decisivo en la sociedad a la dichosa religión.

Yo me niego, pero me resulta cómico y el humor le puede al deseo de que impere la razón, según la cual la religión cristiana debería ser algo privado, como el resto de confesiones, y no deberíamos tenerla en cuenta para el calendario escolar ni las materias que se enseñan en la educación pública, por poner un ejemplo de la real influencia y poder que todavía tiene esta santa institución de las monjas cismáticas, excomulgadas y obispos cocteleros.


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